Una ventaja no menor de la proyectada fusión de Caixabank y Bankia es que, con suerte, será un nuevo polo de atención de los agentes políticos, sociales y mediáticos. Cuando los temas de preocupación y discusión no cambian durante mucho tiempo el ambiente se vuelve cargado y la respiración cansina. Aunque se pongan por delante los factores económicos, en el asunto hay una dimensión territorial y otra política. La llamada ecuación de canje determinará quién se come a quién y si el poder basculará hacia Barcelona o hacia Madrid. Pero está en juego también la evaporación de un viejo sueño de cierta izquierda, el de una gran banca pública a la antigua usanza (aunque las dos entidades lo sean). Así que todos los demonios de esos dos vectores, tan reales, se agitarán a partir de ahora, y además de descansar algo de Messi y la Diada a ratos podremos olvidarnos incluso de la pandemia.