Las cosas se descubren a través de los recuerdos que de ellas se tienen. Recordar una cosa significa verla por primera vez. No recordamos días, evocamos momentos, me susurra el controvertido novelista, poeta y crítico literario Cesare Pavese en el puente de Santo Domingo -de los Alemanes- donde observamos el no cauce del no río Guadalmedina. La desdeñada y mil veces pronunciada «cicatriz abierta de la ciudad», la cual el autor italiano contempla como si se tratase de una de las mayores contrariedades y angustias del malagueño contemporáneo, ofrece una imagen dantesca augurada por un futuro que si llega, arribará tras un largo tiempo y un difuso silencio. Es una inmersión en la atracción a lo desconocido ¿Cuándo se cerrará definitivamente este costurón vergonzante para una urbe como Málaga?

¡La fuerza de la indiferencia! Es la que permitió a las piedras perdurar inmutables durante millones de años. Este pensamiento de Pavese parece encajar de pleno con la coyuntura del proyecto del 'Río de la ciudad'. En mayo de 2019 y tras años de estudio, el Consistorio lanzó al vuelo la finalización de la redacción del plan Guadalmedina, redactado por la Gerencia de Urbanismo junto a otras oficinas técnicas externas. La propuesta esbozaba siete parques fluviales a lo largo de su trayecto: El Limonero, La Palmilla, La Rosaleda y La Trinidad, entre otras zonas, insistiendo en el reto por «renaturalizar» -verbo que no está en el DRAE -el cauce por medio de la intervención paisajística, destacando la intención para la parte final, entre el puente de El Perchel y la desembocadura, donde se favorecerían actividades fluviales y marítimas.

Toda una declaración de buenas intenciones para este enigma de frustración. Se despide Pavese por el puente y me dice: «El arte de vivir es el arte de saber creer en las mentiras».