Leo que el nuevo responsable de la BBC ha anunciado una directriz que prohíbe a los periodistas de esa institución opinar en redes socialesBBC. Me parece bien si, por transitiva, nos prohíben a los tuiteros subirnos a la caja de una columna de opinión y decir cosas del alcalde. Y sigo: ojalá una directiva que prohíba a los Premios Nacionales de Poesía escribir ripios de octavo de EGB o por lo menos los castigue sin postre. Ojalá se ponga un poco de orden y nos vayamos a nuestras tareas, que hay mucho Juan Valera pontificando fuera de tiesto. Se quejaba Agredano de que ya no queda hueco para escribir una novela, que han esquilmado el género de cuarentones gente que ni siquiera tiene entradas, ni gafas de cerca ni una tabla de SUP apalabrada. Mucho advenedizo, con lo bien que quedaría Antonio presentando su última novela, tragando quina con los tópicos correspondientes y luego pidiendo cerveza sin alcohol, que hay que cuidarse. Dar a cada uno lo suyo, que era parte de la definición clásica de justicia, me colocaría en un kiosko, preferentemente con sombra, ya que nos ponemos a pedir. Pasado el medio siglo ya no sabe uno cómo ponerse, porque ninguna postura resulta cómoda y en todas tiene uno la impresión de estar a punto de molestar o molestando directamente. Es la ciática del surmenage, que se cura haciendo mutis por el foro.

De los divorcios se aprende cuándo hay que irse y hacia dónde hay que tirar para intentar encontrar tu sitio. El siguiente paso del aprendizaje es que una cosa es tener opinión y otra distinta es tener que contarla. El último eslabón de la sabiduría es que, en ocasiones, lo mejor que uno puede hacer es sitio. Quédense con ello, que sabiendo eso ya se tiene el abc, que es casi una plaza en la BBC, y que ustedes los pasen bien.