Cuando Augusto quiso emular a Julio Cesar eligió combatir a dos pueblos irreductibles: cántabros y astures. El Mons Vindius era la montaña sagrada de los dos. La batalla de Covadonga, siete siglos y medio más tarde, se libraría a sus pies, y en parte ahí empieza España. Una montaña sagrada lo es siempre, pero las formas de culto cambian. En el entorno de la fiesta, Iker y Eneko Pou han abierto, con respeto y talento, una nueva vía por el lado Sur del Vindius, hoy Peña Santa de Castilla. Mientras por el Norte de la peña, y abajo, muy abajo, clérigos y laicos disputaban otro año sobre el sentido de la festividad (un clásico bastante facilón) los Pou han ido en busca de la máxima dificultad, sabiendo, sin falta de teorías, que ahí está siempre la zona del prodigio, y que las verdaderas ceremonias no son fruto de la pompa, sino de la conjunción de belleza y riesgo, una teología mayor.