Lean a fondo las crónicas sobre la 'Operación Kitchen' con docenas de policías movilizados para espiar a Luis Bárcenas y a su familia -el tesorero corrupto y corruptor del PP -, con algunos comisarios depravados en acción, con una trama de recursos oficiales para auxiliar al entonces partido del Gobierno en su intento de tapar irregularidades, todo ilegalmente y pagado con fondos reservados del Estado, de los que sirven para operaciones antiterroristas, entre otras. Lean esas crónicas, deléitense de nuevo con el visionado de «La Escopeta Nacional» de Luis G. Berlanga y compartirán que el genial cineasta valenciano se perdió unos grandes guionistas y actores de comedias tragicómicas. Porque si faltaba un ingrediente cañí, el ministro Jorge Fernández Diaz metió en danza a don Silverio, un cura que antes había sido marino, juez y policía. El espectáculo no fue cómico. sino dramático, con riesgo de que paguen políticamente algunos a los que no les corresponde la factura, léase Pablo Casado.

El ex número dos del Ministerio del Interior, Francisco Martínez, decidió que si caía, se llevaría a otros por delante porque ellos son lo que tramaron la operación, mientras que él se limitó a ser leal con su superior, el ministro. Quizás algún día, Bárcenas, aunque ya lo está pagando porque lleva tiempo en prisión, decida explicarlo todo y así sabremos, por ejemplo, a quién corresponden las siglas «P.A.C.» que en su cuaderno de notas aparece como receptor de pagos ilegales en el PP. Hay mucho por conocer todavía de este turbio asunto de consecuencias judiciales previsibles pero de trascendencia política todavía no dimensionada; incluso hay quien piensa que solo una refundación del PP podría liberar al partido del centroderecha español de la imagen que le persigue por haber tolerado una corrupción interna sistémica.

En el plano judicial se avanza; pero también en el parlamentario con una Comisión de Investigación apoyada por casi todos los grupos -solo Vox duda- con citaciones para comparecer al propio Mariano Rajoy, ex presidente del Gobierno y de su partido, y también a su sucesor, Pablo Casado, al que no apoyó por cierto. Es una secuencia ya conocida que todo dirigente trata de cortar amarras con su antecesor; pero en este caso, Casado tiene un especial interés, porque quiere alejarse de las inaceptables prácticas de su casa en tiempos pasados.

Menudo trámite amargo, aunque pueda acreditar su desconocimiento. Y también para su portavoz, recién nombrado, José Luis Martinez-Almeida, alcalde de Madrid, que fue designado para el puesto en la última reorganización, tras la salida de la polémica portavoz Cayetana Alvarez de Toledo, que sigue como diputada y ahora ha abierto canal en YouTube para deleite de sus fans. «Martínez-Almeida iba en ascenso en las encuestas camino de la mayoría absoluta en las próximas municipales, pero lo nombraron portavoz del PP para frenarlo», estima un alcalde socialista de gran relevancia. Es el valor en alza en su partido, si no lo trituran estos acontecimientos que se anuncian.

El vértigo de las noticias es frenético: ya no se recuerda el bombazo de la fusión CaixaBank y Bankia, y hace solo una semana. Pablo Iglesias aspira a que se olvide el caso Dina que le persigue y el del Tribunal de Cuentas. La economía sufre y el Covid se desboca. Intenso.