Vivimos tiempos muy revueltos. Teníamos una profunda crisis económica, pero, desde el mes de marzo, nuestra vida ha dado un giro tan grande, que no lo podíamos imaginar. El horizonte que se percibe, es muy incierto. Contratiempos sanitarios, sociales y económicos, que, unidos a los que ya teníamos, parecen insalvables. Lo cierto es que existe una sensación generalizada de pesimismo. Y, parece ser que el asunto va para largo. Por si fuera poco, los gobernantes que dejan mucho que desear. Porque, lo peor de todo, señoras y señores, es que tenemos muy pocos líderes en nuestras instituciones principales. Sí, ciertamente tenemos un gran número de personas en posiciones de autoridad jerárquica, que ejercen poder social y económico. Pero con poca prudencia. A la vista los hechos. Además, da la sensación de que les importamos un bledo. De nosotros, tan solo buscan el medio que les ayude a conseguir sus fines. Se rodean de un círculo de seguidores -pelotas y, en muchas ocasiones, sin preparación-, que apuestan, calculadoramente, porque este sea el camino para su ascenso personal. Y ahí radica el error de base. Porque el liderazgo ilustrado es servicio. El líder crece y dura más, poniendo el bienestar de todas las personas por encima del propio. ¿Qué les parece difícil? ¡Por supuesto! Pero, no imposible. Además, crea un ambiente de apertura que le da flexibilidad, estabilidad y resistencia. Piensa que está aquí para enriquecer el mundo y contribuir a que sea un lugar mejor para vivir. Pero esto es una utopía. Tan solo teoría. De hecho, está sucediendo todo lo contrario. Y así nos va. Hay una insatisfacción generalizada. Las personas que ostentan el poder deberían darse cuenta de ello. Y cambiar sus planteamientos. Tendrían que ser, en primer lugar, un ejemplo a seguir, pero por sus valores, no por su éxito material y por su poderío. Pero, la verdad es que, por el bien de todas las personas, tendríamos que ser más profundos. Y con una visión más amplia. No debemos olvidar que somos seres humanos, en este Planeta Tierra, que nos necesitamos unos a otros y, sin olvidar, nuestra necesidad de motivación, entusiasmo flexibilidad, empatía, optimismo... Por eso, no preocuparse de los demás y pensar en hacer a otro lo que no te gustaría que ese otro pensara en hacerte a ti, es un craso error. Y, desgraciadamente, es lo que está pasando.