Miguel Ruiz Montañez, además de gerente de la Empresa Municipal de Transportes (EMT), un profesional reconocidísimo en su trabajo, es un escritor de éxito que ha vuelto, hace unas semanas, a dar en el clavo pariendo un bestseller internacional como La sangre de Colón (HarperCollins), un thriller histórico con tintes de novela negra que lo ha catapultado a los primeros puestos de las listas de ventas y que está haciendo las delicias de miles de lectores.

Ya sabemos de la destreza de Ruiz Montañez en este tipo de terreno literario, pues en su trayectoria hay éxitos de ventas tales como La tumba de Colón, El papa mago o El país de los espíritus, pero con esta nueva ficción el también profesor visitante de varias universidades americanas da una vuelta de tuerca más al afianzarse en un escalafón literario al que pocos llegan.

¿De qué va la novela? Álvaro Deza es un experto sevillano en la figura de Cristóbal Colón, controvertida y enigmática donde las haya. De repente, su mujer, noble perteneciente a la alta sociedad hispalense, le pide el divorcio y se distancia de él. Deza, de repente, perderá su notable posición económica y social y se ve obligado a vivir en una antigua casa. Humillado, ataca a su exesposa en programas del corazón con el fin de recuperarla, pero todo cambia cuando encuentra un retrato del almirante, cuyo rostro se desconoce hasta hoy, que se halla por accidente bajo una falsa pintura. El descubrimiento promete ser de tal envergadura que Deza sale de la zona oscura en la que lo había instalado el divorcio gracias a su labor investigadora sobre Colón, una actividad que le obligará a viajar a Nueva York, a México y, claro está, a la República Dominicana. Al mismo tiempo, comienzan a volar por los aires estatuas del navegante por todo el mundo.

La lectura de la novela es apasionante, febril casi, de forma que Ruiz Montañez domina la técnica del thriller sin que el lector caiga nunca en el aburrimiento o el desaliento. Siempre pasa algo en sus novelas, de forma que los personajes han emprendido huidas hacia delante para lograr respuestas y tratar de explicarse a sí mismos y recomponer sus vidas. Es una trama vertiginosa repleta de seguimientos, vigilancias, golpes de efecto, amor, traición, rigor histórico y bellas estampas de Centroamérica, pues no es menos proverbial la capacidad descriptiva del novelista quien, por otro lado, conoce muy bien el paño del que habla.

Mención aparte merece el hecho de que, justo cuando lo novela comenzaba a llegar a las librerías, varios colectivos indigenistas derribaban o mancillaban estatuas de Colón por todo Estados Unidos, en una moda que se extiende peligrosamente y que, encierra, por ejemplo, la resistencia a hablar del exterminio de los pueblos indios en la nación estadounidense y, claro está, claros signos de hispanofobia. No soslaya para nada el autor este asunto, es más, lo aborda de frente, diseccionándolo a través de acertados diálogos entre algunos de los personajes. Maneja con soltura las hipótesis históricas sobre el rostro, el lugar de nacimiento o la religión de Colón, y la trabajada labor de documentación no queda nunca en entredicho, se enseña lo justo como para que lector esté informado de lo que sucede pero no tanta como para atribularlo.

Es, por tanto, un libro muy recomendable que, insisto, deberían tener en sus librerías.