La idea de que el olvido de los hechos dramáticos tiene efectos curativos es, en términos clínicos, una completa falacia. Solo se atreven a defender semejante disparate los que de un modo u otro se puedan identificar con sus autores, o por algún motivo sientan la necesidad de encubrirlos o disculparlos. Así que el recuerdo no solo es una necesidad ética, para poner en su sitio a quienes han intervenido en los hechos como víctimas o como verdugos, haciendo al menos una justicia memorística, sino una necesidad en términos de salud mental, individual y colectiva. La historia de Les Candases, en su mayoría trabajadoras de la industria conservera de Candás, asesinadas en el Cabo Peñas muchos meses después de que la guerra hubiera terminado en el Norte, se contará hoy en un documental en esa villa marinera. El mero hecho de hacerlo me parece un golpe de salud, una catarsis.