Moreno Bonilla está feliz y exultante, con sonrisa de oreja a oreja, tal cual Joker de Tim Burton (Batman). Y no es para menos: ha conseguido amarrar con Vox el presupuesto del 21, no se sabe a cambio de qué, pero se sabrá. Vox no da un paso sin exigir la contraprestación, lo lleva en sus genes. Yo te apuntalo y te dejo gobernar, pero pasa por taquilla. Moreno Bonilla sabe, además, que le será imposible cumplir dos de sus grandes promesas. Una, la Bajada Masiva de Impuestos (BMI) y, dos, crear 600.000 puestos de trabajo. ¡Ahí es nada! Pero Moreno Bonilla ha conseguido la estabilidad, su objetivo principal para aguantar toda la legislatura.

De este presupuesto por venir habrá que estar alerta en la partida destinada para la enseñanza superior y para la investigación, innovación y sociedad del conocimiento. Y digo esto porque no puedo evitar recordar que el Gobierno de Moreno Bonilla ya decidió un recorte de 135 millones de euros al presupuesto destinado a las universidades públicas andaluzas, todo un síntoma, para destinarlo a la recuperación económica de Andalucía. Un gran error y clara demostración de que la Universidad, una vez más, será el pagano cuando, realmente, debería ser la solución. Hay una realidad indiscutible, aunque no parece que sea el signo del Gobierno regional: más conocimiento, significa más investigación, más Universidad porque, además de hacer el 70% de la investigación del país en ella se forman los futuros investigadores. Hay que afirmar que sin Universidad no habrá ciencia, ni futuro en una sociedad tan compleja. Formación e investigación están en la esencia de la Universidad. Si un Gobierno lo olvida está condenando a la sociedad a la indigencia, a la miseria moral, al olvido y la desesperanza.

En los cuatro años que estuve al frente del Consejo Social de la Universidad de Málaga y vicepresidente del Foro que agrupa a las nueve universidades públicas de Andalucía tuve la suerte, impagable por otra parte, de conocer de primera mano lo que nuestros rectores piensan del papel estratégica que debe tener la Universidad en el contexto social, económico y cultural de nuestra sociedad. Recuerdo, por ejemplo, una comida a la que fui invitado por el Consejo Social de la Universidad de Jaén en la que pude profundizar en la esencia de la Universidad que queremos y lo hice de la mano y el pensamiento del rector de Jaén y coordinador de los rectores andaluces, Juan Gómez Ortega (Gracias, Juan Vañó y Mercedes Valenzuela por la invitación. Impagable) llegué a entender que formación e investigación son los dos vectores exigibles y constituyen el ADN de la Universidad, con capacidad para transformar nuestro modelo productivo en una sociedad más competitiva. La Universidad pública para frenar las desigualdades, capaz de revitalizar la sociedad, Jaén como ejemplo y la única que puede impulsar un profundo cambio en la sociedad, con importante masa crítica y asentar las raíces para favorecer los valores democráticos como algo real.

Pretender con el recorte presupuestario alcanzar las deseadas metas de calidad, de competitividad y poder responder con fiabilidad a las exigencias de la sociedad es una entelequia, pese a ello, en esta pandemia, las universidades públicas andaluzas han estado en primera línea, incluso como reflejaba el rector de Málaga, José Ángel Narváez, también un científico con acendrado espíritu humanista, al afirmar que la Universidad de Málaga estaba gastando por encima de sus posibilidades y que si olvidamos que la calidad, la capacidad investigadora y de formación; que ser competitivos debe ser objetivo primordial de cualquier sociedad que entienda el papel de las universidades. En caso contrario, como tiene afirmado el presidente de los rectores de España, y rector de Córdoba, José Carlos Gómez Villamandos, se tendrá que recortar en becas, en investigación, en docencia y formación. La Universidad española necesita refundarse para tener papel preponderante en la función social, con actuaciones y responsabilidad directa en la innovación y en defensa del clima; ser extremadamente vigilante para enriquecer la sociedad democrática, acercarse a posiciones humanistas en defensa de los valores sociales que acrediten un estado de bienestar y ser adalides en el campo de la investigación. Que la voz de los rectores andaluces no sea voz que clame en el desierto. Es el deseo de millones de españoles.

P.-D.- (1) Incompetencia, incapacidad, caótica, dubitativa, son algunos de los agraciados epítetos que cuelgan a Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid. Y Pablo Casado, en su defensa.

(2) Quim Torra se enroca, especialista como es en las trápalas del proces. El meritorio presidente catalán no quiere convocar elecciones. Lo dicho, un forúnculo para la democracia.

(3) Moreno Bonilla, presidente andaluz, no puede, ni debe ceder los trastos de lucha contra el Covid-19. Debe estar en primera fila, aunque tenga que comerse no pocos marrones. Dejar en manos de Bendodo y del consejero lo más sucio de una desnortada gestión de la pandemia no dice mucho del político que susurraba a las vacas.

Y para sentirnos reconfortados con la política, en mayúsculas y como salud democrática, saludar con euforia el proyecto de Ley de Memoria Democrática, con claves suficientes para ser reparados todas las ignominias, asesinatos y vejaciones morales de la dictadura franquista, asunto éste al que volveremos pronto.