Ante la cercanía de una catástrofe algunas especies huyen, o se protegen. De ese modo hay que ver, creo, la fusión de Caixa y Bankia. La protección no viene solo de las «sinergias» (eufemismo de ahorros mediante supresión de empleos y cierre de oficinas duplicadas), sino del mero tamaño. Cuando Goirigolzarri dice que «es más importante que nunca crear entidades con tamaño crítico», se debe leer «crítico» así: por un lado «que resista una crisis», y, por otro, «con dimensión sistémica» para que el Estado se haga cargo del cambio de ruedas caso de pinchazo. De modo que tanto se puede pensar que Bankia se privatiza como que Caixa se estataliza, al ponerse bajo el paraguas directo del Estado español. La fusión sería, así, un chaleco hinchable ante posible tsunami. Pero de paso sería también, visto de otro lado, una pequeña catalanización del Estado, que, se quiera ver o no, cose país.