Pese a alguna insinuación de Ayuso, la pandemia no tiene sentido de clase, infectando a los más pobres en castigo de su manía de juntarse mucho. Lo que pasa es que a sus malos saberes la pandemia añade el de ser líquido de contraste, que pone ante los ojos lo que las gafas ahumadas del sistema enturbian: que en una sociedad de clases estas lo son a todos los efectos, incluidas condiciones de salud asociadas a modos de vida. Antes un revolucionario distinguía entre condiciones objetivas y subjetivas, consistiendo estas sobre todo en la llamada toma de conciencia, o sea, en que la gente se entera al fin de lo que hay, y actúa. En ese sentido la microrevuelta del Teatro Real, caída desde las clases bajas (un decir) de las localidades altas a las clases altas de las bajas es un símbolo precioso, una representación de lo que pasa entre las localidades del Sur de Madrid y las del Norte.