Cualquiera que con una jornada disputada quiera calificar esta temporada como la más extraña hasta ahora, tiene mucho avanzado. Entre las circunstancias sociales ajenas a nuestro deporte, y las dificultades que hay para que cualquier actividad se pueda desarrollar normalmente, imaginarse que esto va a ser difícil y complicado, no es nada arriesgado.

Pues bien, si enfocamos sobre el Unicaja de nuestros desvelos, ha bastado sólo un partido para que la contención verbal y los buenos deseos saltaran rápido por los aires.

Tras una pretemporada decepcionante, venciendo únicamente al Coosur Real Betis (dos veces), y cayendo sin paliativos frente al resto de rivales, el inicio de Liga ACB ante el Joventut no ha hecho sino confirmar lo que ya se temía.

Y el caso es que tampoco nos puede pillar de sorpresa, no es que nos hagamos mayores, es que la vida tampoco es una película navideña del mediodía del fin de semana, por lo tanto, pensar que con las modificaciones realizadas en el plantel o con la permanencia de piezas que todos tenemos en la mente el equipo iba a transmutarse, era una auténtica entelequia.

A final de septiembre ya estamos pidiendo refuerzos, centrándonos en el juego interior. Se refuerza esa idea ante el aquelarre reboteador perpetrado el lunes en Badalona, observándose como el jugador más bajo de las dos plantillas, Ferrán Bassas, capturaba el doble de rebotes ofensivos que todo el Unicaja, que la estadística dice que los locales capturaron más del doble de rebotes (45 a 21), y que ningún jugador interior del equipo malagueño fue al tiro libre ni una sola vez.

Este último detalle me parece lapidario, hasta en minibásket se incide en la importancia de un buen porcentaje desde la línea, especialmente para los jugadores altos, ya que suelen ser los que más veces acuden€ pero aquí ni mucho ni poco: nada.

El tema rebote puede hacer pensar que hay que ajusticiar al amanecer a los interiores, pero la actitud necesaria para capturar un balón rechazado no se vio en todo el partido, ni por los grandes ni por los pequeños.

¿Y saben qué? Que nadie puede extrañarse, no sólo ya se ha hablado de lo discutible que era la continuidad del entrenador (honrado, serio y todo lo que se quiera, pero sigo pensando que su labor aquí ya está amortizada), sino que además, se ha conseguido que un equipo con sólo dos novedades, juegue pareciendo los San Marino All Stars de antaño, todo el bote del mundo, necesitando de la inspiración de Gal Mekel para hilvanar un ataque lógico.

Más que blandos, líquidos en la cercanía del aro cajista y con algo que me descuadra: todo el mundo tiene minutos, por muy mal que esté, algo que no entiendo.

No entendí que Francis Alonso no volviera a cancha, aunque esté en la plantilla por las lesiones, lo que había mostrado hacía que pensáramos que podía aportar, sobre todo con un Darío Brizuela mostrando una versión ansiosa y con decisiones discutibles durante mucho rato del encuentro.

Se puede decir que no pasa nada, que con un partido no se puede estar tan sombrío, pero esta plantilla, la cual con un par de retoques me parece bastante aprovechable, tal y como está tiene un agujero negro cerca de los aros, y que es necesario que mejore el juego interior es clamoroso.

Pensar en refuerzos interiores, caso de no mediar lesiones, para mí significaría reconocer un fracaso en la planificación de la plantilla, circunstancia que no sólo se verbaliza en Málaga, también fuera, pero mientras no se piense nada desde dentro del club, no va a ocurrir nada, ahí no hay problema, no va a haber consecuencias, algo enraizado en el ADN del Club Baloncesto Málaga.

De un lado, te indignas, porque el equipo que te gusta no sólo no gana, sino que lo hace fatal en algo imprescindible para el triunfo, por otra parte, te da por pensar que ni más ni menos es lo que iba a pasar, sobre todo viendo la pretemporada, el plantel que se ha quedado y que uno lleva sin creerse una declaración oficial desde hace mucho tiempo, que por otro lado, tiene pinta que vamos a ver pocos partidos en el pabellón y la mala noche va a ser en casa, entonces terminas deprimiéndote. Y no sé qué es peor, palabra.