Ahora que se cumplen seis años del adiós postrero de Pedro Aparicio, vuelve la figura del que, siendo alcalde de Málaga, transformó la ciudad. Según los testigos de su trayectoria, el legado que dejó tras dieciséis años de gobierno fue su modernización. Son coincidentes las crónicas de prensa y radio al dar la noticia de su fallecimiento: «El alcalde culto y cosmopolita que modernizó Málaga», (El Confidencial); «€sentó las bases de la modernidad en esta, hoy en gran parte gracias a él, gran urbe€» (La Opinión de Málaga); «€ su figura está unida de forma inseparable a la transformación de la nueva Málaga», (SUR); «€ llevó a cabo proyectos que contribuyeron a modernizar Málaga..»,(Málaga Hoy); «€ durante su mandato la ciudad observó una notable modernización», (ABC); «€ fue el alcalde que transformó la ciudad, que convirtió Málaga en una ciudad moderna...» (Cope). No solo la prensa, también los políticos y representantes de la sociedad civil coincidieron entonces en que a Pedro Aparicio se debe la modernización de Málaga. Argumento contundente de unanimidad.

Tras varios años de su ausencia, habrá que romper el silencio y recurrir a su memoria para, siguiendo a Garcilaso, «parar las aguas del olvido». Frente a este, los recuerdos, porque la vida está hecha de ellos, que a su vez son emociones. Son muchas las que sentimos, hablando del que fuera nuestro alcalde durante tantos años vividos intensamente.

Han pasado ya cinco lustros desde que Aparicio dejó de ser alcalde, tiempo suficiente para tener la perspectiva histórica necesaria y poder analizar su legado. Quienes ahora cumplen la cuarentena apenas tienen referencia de quién fue, qué hizo, cómo pensaba, cómo amaba la ciudad que, siendo grande, la transformó en gran ciudad. Más de la mitad de los malagueños saben poco o nada de Aparicio. Él mismo se manifestaba en ese sentido en una entrevista realizada al poco de haber dejado el gobierno municipal. Por eso es obligado reivindicar la figura de aquel alcalde, elegido democrática y mayoritariamente por los malagueños cuantas veces fue propuesto, para que guiase los destinos de esta ciudad.

Conviene recordar ahora cómo estaba Málaga cuando llegó a hacerse cargo de la alcaldía. En su discurso de toma de posesión en abril de 1979, con un estilo literario bellísimo y con voz emocionada (fuimos testigo presencial del acto), decía: «Es preciso saber que junto a la exuberancia urbana de nuestros árboles existe la sordidez de callejas miserables sin suelo, sin agua y sin luz». Y elevando el tono de voz, aquella voz cautivadora y profundamente arrolladora, añadía que junto a la alegría mediterránea de nuestras calles céntricas, había miles de niños sin casas dignas, sin lugares para jugar y sin escuelas, y que al lado de nuestras fiestas andaluzas entrañables, litúrgicas y antiguas, los barrios periféricos estaban sumidos en la tristeza a causa del paro, la delincuencia, el abandono humano y el hambre. Aquel discurso habría de marcar las líneas de trabajo en los sucesivos mandatos para lograr la transformación de Málaga. Un discurso, testimonio del pensamiento socialista, fundado en las grandes ideas emancipadoras del socialismo más puro y auténtico. Y, como compromiso de actuación que habría de regir a lo largo de sus años de gobierno, se reafirmó en que «€como alcalde, pretenderé desde ahora que mi voz, sea sobre todo la voz de los malagueños más necesitados y menos fuertes. La voz de aquellos que viven de su trabajo y que están desposeídos en su vivienda y en su barrio de todo tipo de necesidades más urgentes€». Por eso, lo primero que llevó a cabo fue un ambicioso plan de rehabilitación de más de 52 barriadas. A pesar de haber encontrado unas arcas municipales tiritando, porque la mitad de los malagueños no pagaban sus impuestos, el Ayuntamiento pleno, al poco tiempo de haberse formado el gobierno municipal, decidió invertir muchos millones de pesetas para dotarlas de saneamiento, asfaltado, acerado, agua, luz€ Se ponían entonces los cimientos para la transformación de Málaga. Así comenzó el legado del alcalde Aparicio, que permanecerá para siempre. Luego, llegarían centenares de proyectos, absolutamente innovadores, muchos de ellos 'partos por cesárea', por las enormes dificultades políticas, económicas e incluso judiciales. Mas, la fuerza de los principios que los inspiraron, el compromiso ético y la visión de futuro de quien los lideraba, al fin lograron «la ciudad con alas» que él soñara, moderna que hoy disfrutamos.