Estamos en standby en el mundo cofrade. El parón es importante y seguimos viendo a lo lejos el final del túnel. Algo complejo esto último pues, sin saber la lejanía real, siempre sentimos que nos vamos acercando. Como un oasis en el desierto se vislumbra a la Pollinica por calle Parras pero a la vez debemos capear con un temporal complicado que pone a las hermandades hipotecadas en la cuerda floja.

No huele a incienso. Los bares cofrades están muy restringidos y las bandas se las ven y se las desean para poder trabajar. De un golpe feroz salió por la puerta el hábitat en el que se desenvolvía feliz el cofrade sin visos reales de cuándo recuperaríamos los gestos y hechos que motivan el día a día del capillita.

Sin embargo, en plena vorágine de inactividad, ausencias y desvelos, sigue su marcha firme, calma e ininterrumpida la gente del Mutilado. Años ha, cuando aún el aire se hacía complicado de respirar en las catacumbas hoy agrietadas de Santa María, parecía imposible que los lodos separaran el agua pura y limpia del fango recamado por ecos pretéritos.

No rezumaba simpatía. Ni dentro ni fuera. Lo que se trasladaba al exterior no era tan dorado como su ajuar y el mal rollito era tal que, algunos de los que acudían como espectadores a su acto público de fe en el interior de la Catedral, lo hacía más por el morbo interesado de ver algo descontextualizado y de paso observar si le sonaba la cara de alguno de esos raros que seguían con aquello.

Pasaba el tiempo y del silencio se aprovechaban las mentes inteligentes para comenzar con «la restauración». Una época que, si se denominara así, podría tener mil acepciones puesto que el remozado de la entidad es digno de admiración.

Si escuchas hablar de la restauración del Mutilado, bien pudieras pensar de manera directa en el arreglo, recuperación y reacondicionamiento de la talla el Santísimo Cristo de la Clemencia. Pero va mucho más allá. El Mutilado, como corporación, ha sido sometida a una gran limpieza donde, tras un trabajo discreto, callado y concienzudo, está sabiendo limpiar a conciencia la pátina que durante décadas había oscurecido la propia naturaleza del asunto.

Si bien es cierto que, en algunos aspectos, la policromía original no era de la calidad y salubridad óptima, han sabido asumir qué partes sí y cuales no deben ser sometidas a su acondicionamiento para nuestros días.

Tanto es así que, actualmente, se pueden definir a la perfección como una corporación en visos de agruparse y donde la voz y las decisiones emanan una cofradía libre, ordenada y con unos hermanos que toman la palabra y el voto como en el resto de corporaciones nazarenas según sus estatutos establecidos.

Prueba inequívoca de este rumbo acertado es el acercamiento de cofrades de todo tipo al entorno del Sagrario para colaborar en la reconstrucción -literal y alegórica- del Mutilado.

Artesanos, diseñadores y profesionales han sabido detectar la normalización de su Junta de Gobierno para así poder hacerles partícipes de sus servicios así compartir con ellos esta etapa histórica que estamos disfrutando.

La titular mariana como primer hito destacado y el goteo incesante de hechos que demuestran la renovación y depuración de todos los elementos innecesarios en nuestra época han tenido como colofón esa cita que ya anhelábamos de la esperada presentación del titular que dio sentido a todo tras su restauración y reconstrucción por Miñarro en Sevilla.

Será siempre El Mutilado, no cabe duda, pero el de la Clemencia estará presente como cata arqueológica para atestiguar en el futuro esa etapa en la que se recuperaron tantas cosas: desde la cordura hasta el estilo.

El próximo tres de octubre -día por cierto en el que me tenía que casar pero la pandemia no lo ha querido-, la Málaga cofrade dejará oficialmente en tablas la partida disputada con esta corporación que fue de caballeros mutilados. Y es tan reconfortante saber que hay gente inteligente capaz de pasar página, como ilusionante se deja entrever el futuro de estos hermanos de negro -supongo que así será- en el mundo cofrade malagueño.

Queremos volver a disfrutar en la calle de una procesión de la que esperamos muchos. Queremos que vuelvan a la Agrupación. Queremos que sigan con esta estela de gestos positivos y pasos decididos en cuanto a patrimonio. Y queremos, sobre todo, que las generaciones venideras puedan tener el mayor número de elementos posibles para realizar juicios de valor ricos y sensatos. Somos unos privilegiados por conocer las dos caras de una misma moneda que vuelve a relucir y a recuperar su valor.

Lo que son las cosas. Hace años, este que firma, escribía en otros sentidos sobre el mismo terreno. Y no eran amigos precisamente lo que uno hacía con ciertas cosas.

Hoy el viento sopla de otra manera. Y quizá, entre todos, debamos aprender a no encorsetar según las apariencias pues nunca se sabe lo que ocultan las vestiduras.

El Mutilado vuelve a su casa para ser más de todos que nunca. Con la moderación necesaria. Con la capadidad perfecta para no juzgar si no se quiere ser juzgado. Para ofrecer esa compasión legítima a la que todos los cristianos tenemos derecho.

En definitiva, a recibir su Clemencia.

Que nos bendiga y nos una.

Viva Málaga.