El estamento judicial ha jugado un papel decisivo en la conmoción más grave que ha sacudido a España desde la transición, el intento catalán de secesión. Digámoslo claro, el eje de la defensa de la Ley -el Rey en su sitio, los jueces en el suyo y las fuerzas de orden haciendo su tarea- cortaron una intentona cuyo éxito nos hubiera sumido a todos en una crisis multiorgánica de incalculables consecuencias (y al final con los paganos de siempre). Ahora bien, una vez cortada aquella liada era preciso suturar, y luego regenerar tejidos, labor que exige y exigirá una navegación de cierto riesgo. Creo de veras que el Gobierno intenta gestionarla sin soltar el timón, pero a la vez hace falta que el eje que paró el golpe (o lo que fuera) se mantenga firme, una dialéctica que se visibiliza a veces en encontronazos. Caramba, ¿no estaremos ante un buen ejemplo de división de poderes?