Por si alguien aún tenía dudas, la pandemia está demostrando que vivimos en un mundo globalizado, donde todo acontecimiento que suceda en un país concreto tiene consecuencias inmediatas en casi cualquier punto del planeta. Por tanto, las respuestas a los grandes problemas de la humanidad o el modo de afrontar los retos de las sociedades actuales deben huir de localismos y contar una perspectiva integral para lograr ser eficaces. Y es ahí donde deben cobrar protagonismo los Objetivos de Desarrollo Sostenible, justo cuando celebran su quinto aniversario y afloran las dudas de los no convencidos a los que el coronavirus ha dado alas. Seamos claros: No hay lugar para excusas. Los ODS requieren un impulso decisivo del conjunto de las naciones y también de cada habitante de la Tierra.

A poco que nos paremos a pensarlo, resulta increíble que todavía en pleno siglo XXI, tras décadas de avances tecnológicos, progreso y desarrollo social, sigamos hablando de acabar con la pobreza y el hambre obviando que en buena parte del mundo se tiran a la basura alimentos en buen estado sin ningún reparo. Lo mismo puede decirse de la igualdad de género, como si la lucha de más de un siglo del movimiento feminista no fuera suficiente para convencerse sin ambages de la igualdad de hombre y mujer, con idénticos derechos. Y así podríamos seguir, uno a uno, con los 17 objetivos que conforman la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que hacen referencia a temas esenciales para la vida presente y futura como el clima, el acceso al agua potable, la energía y su contaminación, la paz o el trabajo decente, otro perfecto ejemplo de reto global que no podremos superar mientras no reivindiquemos tanto aquí como en Pekín (y con el mismo ímpetu) unas condiciones de trabajo dignas y un salario justo para todas las personas.

A estas alturas del artículo habrá quien culpe a las Naciones Unidas por su lentitud en lograr avances entorno a los ODS; otros irán más allá y responsabilizarán al G-8, el G-20 y los líderes mundiales más preocupados de su imagen que de apostar por la sostenibilidad mundial, a diez años vista. No les falta razón, pero reconozcamos que echar balones fuera resulta lo más fácil; lo verdaderamente complejo es comprometerse personalmente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuando las acciones individuales importan mucho más de lo que parece. La forma en que nos desplazamos, nuestros hábitos de consumo, la separación de las basuras, el cuidado del entorno y la defensa de los derechos humanos ante los abusos cotidianos son parcelas en las que podemos reforzar cada día los Objetivos de Desarrollo Sostenible, animando a su vez a otras personas a sumarse a este propósito.

Y como de sumar se trata, la Asociación Arrabal-AID ha trazado un plan de acción donde alinea sus áreas de trabajo a los ODS para lograr un mayor impacto en las personas a las que atiende, en muchos casos rozando la exclusión. Un desafío al que buscan incorporar a otras entidades del Tercer Sector y empresas apelando a su responsabilidad y al rol que desempeñan. En tiempos de crisis como el actual necesitamos normas claras para no dejar a nadie atrás, para garantizar presente y futuro a todas las personas y al propio planeta, precisamente lo que nos aportan los Objetivos de Desarrollo Sostenible.