Dicen que después de la tormenta llega la calma, pero cuando la tormenta es tan larga más vale que llegue antes o nadie se escapa del agua. Aumentan los rayos y los litros, los truenos y las inundaciones y se acorta el tiempo entre el destello y el ruido, cada vez más encima amenaza la tormenta con más tormenta mientras nos empapa. Y parece que nadie está por la labor de gestionar el desastre, más bien todo se gestiona desastrosamente colaborando con el enemigo, que ya somos nosotros.

No creo que haya mucha gente contenta con la clase política hoy en día, no importa si uno es de izquierdas o derechas, es complicado, porque lo que tenemos encima de la mesa no es un problema ideológico sino humanitario y parece que los políticos todavía no se han enterado. Ahora no es momento de hacer oposición, ni discursos grandilocuentes, ahora lo que toca es remangarse y remar todos hacia el mismo lado o la embarcación en la que vamos navegando estas turbulentas aguas acabará volcando de tanta vuelta. Ya va siendo hora de que la oposición se dé cuenta, toda, también la municipal y la autonómica, de que no ha venido el virus a quitar gobiernos, que la Covid-19 no entiende de partidos y no hace distinciones y a todos nos quita, que lo que tienen que hacer es negociar y proponer a puerta cerrada y calmar sus discursos en el parlamento y ante las cámaras, aguantar el chaparrón, levantar más paraguas y pisar menos charcos; no necesitamos más oposición sino una mejor, mucho mejor, que no acorrale al gobierno ni bloquee los mandos, ahora que se necesitan tanto.

Cuando acabe la tormenta que impidan la calma si quieren, que echen cuentas y en la cara los errores, pero ahora que no se equivoquen, la única que está de campaña es la pandemia. Los demás sólo pierden votantes, literalmente.