Las gallinas que entran por las que salen. El Supremo inhabilita a Torra por desobediente contumaz y obstinado y le descabalga de la poltrona; pero el Gobierno, obediente a sus compromisos con los nacionalistas que ayudaron a auparlo, inicia los trámites para el indulto de los presos del 'procés'. El atorrante deja el corral como el gallo de Almorox, cacareando y sin plumas, tocado en la cresta, al tiempo que los polluelos a cuya defensa entregó el cargo preparan la maleta para abandonar la trena y regresar al redil, dispuestos a montar otro pollo en cuanto la ocasión lo demande.

El presidente catalán se negó a retirar los lazos amarillos en apoyo de los presos del 'procés' colgados de la fachada del Palau, pese a los distintos requerimientos de la Junta Electoral Central. La aplicación de la sentencia es inmediata: el atorrante ya no puede presidir ni su comunidad de vecinos.

La sentencia del alto tribunal obliga a buscar un nuevo 'president'. A ser posible, más honorable que los que le precedieron, léase el rentista Pujol y su clan siciliano, Artur Mas el venido a menos y el fugado a Waterloo que vive de la bicoca de los tontos de capirote que jalean sus memeces. Seguramente los secesionistas recalcitrantes sacarán tajada de la decisión judicial, utilizarán el dictamen del Supremo como gasolina para volver a encender la pira y exhibirán su descontento diciendo que la misma España que les roba y que les mata ahora también les anula la voluntad de la urna.

Tal vez el martirologio de Torra se convierta de inmediato en una preocupación para el Gobierno, especialmente para el sector ácrata, antimonárquico y bolivariano. De ahí el interés oficial en acelerar las medidas de gracia para los enjaulados, antes que puedan resucitar las pancartas y los lazos.