Inés, Inesita, Inés

En el mundo de la política hay de todo, como en botica. A veces te topas con una persona, de lo más digna y honrada que te puedas imaginar (es falso que todos sean iguales), claro que estos ejemplares suelen tener muy poco éxito. Luego hay otros que sin tener un corazón perverso, se dejan llevar por el afán de escalar a posiciones notables y actúan con ligereza o, tal vez, con actitudes no muy decentes, pero no eran malos de origen, la política les llevó a abandonarse. Después encontramos algunos que se meten en ese mundo ya con una idea preconcebida, bien de ostentar poder, bien de enriquecerse de forma más o menos honesta y han hecho de ello su profesión. Y llegamos a un cuarto grupo que lo forman personas de una maldad clara y definida o bien tienen problemas psicológicos que le inducen a realizar actos contra quién haga falta para obtener el poder y el dinero; son capaces de pasar por encima del cadáver de su propia madre con tal de conseguir su objetivo. Todos conocemos a uno así.

Pero me preocupa la condición de una gran política como Inés Arrimadas. A veces pienso en una chiquilla inocente que puede ser manejada por un avezado en el mundo de la política y engañada en sus pretensiones; y también pienso que es una ignorante que carece de las habilidades necesarias para navegar en esas aguas. Pero lo cierto es que se ha arrojado a los brazos del político más falso y perverso que pueda encontrar en nuestro país, cualidades reconocidas incluso por los suyos. Y lo ha hecho Inés sin otra explicación que la de tener una de esas cualidades que mencionaba: o es ingenua o es ignorante.

Pablo D. Escolar. Málaga