Tal y como «van» las cosas (en los años en que mi padre estudiaba la carrera de Medicina había una regla segura para recordar el orden en que van las venas, las arterias y los nervios en el cuerpo humano: «¿cómo van?2 preguntaba el profesor; «van como van -debía de responder el alumno- vena, arteria y nervio»). Pues bien, a cualquiera que le pregunten hacia donde va la pandemia y cuando podría estar dispuesta en el laboratorio la vacuna que ha de detener su trágico avance, contestará, si es honesto, que ni puñetera idea. Ahora bien, si el interrogado es un político de alto nivel (jefe de Estado, jefe de gobierno, ministro o similar) la respuesta ha de ser necesariamente ambigua en unos casos y completamente disparatada en otros.

Tal y como hemos podido constatar en los actos conmemorativos del 75º aniversario de las Naciones Unidas. El discurso de su secretario general, el portugués Antonio Guterres, hizo inventario de los males que aquejan a la humanidad (cambio climático, colapso de la biodiversidad, crecimiento de la pobreza, brotes de odio, peligro nuclear, revolución tecnológica, etc.). Un panorama sombrío que, pese a todo, tuvo un destello luminoso y muy esperanzador con la creación de las Naciones Unidas, una institución que ha contribuido, mal que bien, a preservar la paz y evitado una Tercera Guerra Mundial. «Ese es un gran logro que todos debemos defender», dijo Guterres un político social-cristiano, que ha hecho de la moderación una divisa de su trayectoria pública. Pero no todo fueron buenas palabras en la cita de Nueva York, que se desarrolló por vía telemática. El presidente de los Estados Unidos, culpó directamente a la República Popular de China de la expansión del virus y pidió que se impongan al régimen comunista las sanciones correspondientes. En un discurso grabado y de una duración de apenas siete minutos señalo que en esa ponzoñosa tarea colaboró la Organización Mundial de la Salud, que al parecer está en manos de Pekín y contribuye a engañar a la opinión pública mundial con datos y previsiones falsas. Los chinos, que ya están acostumbrados a los cambios de humor y a las intemperancias de Trump, se limitaron a sonreír amablemente que es lo que hacen los chinos cuando están empezando a enfadarse. Mientras tanto, la carrera para lograr la vacuna más eficaz tiene entretenidos a los mejores laboratorios del mundo, entre otras cosas por el prestigio y los réditos económicos que eso a va representar para el país donde se alcance primero, y donde también, no lo olvidemos, tengan capacidad para distribuirla masivamente.

Los chinos, los rusos y los ingleses alardean de haberse adelantado a los demás, pero de momento no hay nada seguro. Lo que sí se da por seguro es que la fórmula definitiva aún tardará y que el reparto mundial será lento y proceloso aunque se da por seguro que los países ricos llevarán ventaja sobre los más pobres. Visto como están las cosas, no es arriesgado profetizar que el virus nos obligará a confinar a todo el portal de Belén, empezando por el niño Jesús y terminando por los pastores que acudieron a adorarlo y los Reyes Magos.