Se dirige con la cabeza, se ejecuta con las entrañas y juegan el tronco y las extremidades. Pero si no se le echa pasión, el fútbol y cualquier deporte, como todo en la vida, resulta anodino, reiterativo y cualquier cosa menos emocionante. Tanto si te llamas Ansu Fati y tienes menos de dieciocho como si te llaman leyenda por otros tantos años en activo y respondes por Jesús Navas.

Con las entrañas se nace, y en ellas también van de serie las capacidades de cada cual. Por eso dijimos que así como Vinicius vino equipado de la imaginación y el desborde, nunca tendrá el gol de Raúl, por ejemplo, que lo traía enredado en sus entretelas. Ni tampoco el del blaugrana Ansu. Como tampoco Benzema, magnífico futbolista, media punta vocacional y normalito goleador. Por eso pasó algunos apuros el Madrid contra el Levante. Así, aunque marcaron un par de goles excelentes en un buen partido de los merengues, si fueran matadores ambos delanteros los blancos hubieran cosechado una goleada de época.

Hablábamos de que la pasión marca diferencias en cualquier actividad vital. Como exponente, el arte en cualquiera de sus manifestaciones. La afición despierta inquietudes, las capacidades señalan caminos, la técnica otorga profesionalidad y la constancia y la suerte trayectorias, pero solo la pasión, que se manifiesta en detalles tan deslumbrantes como sugerentes, es capaz de emocionar al que la regala y al espectador. En el fútbol tampoco es diferente.

Messi, que todos sabemos que juega a remolque de sus circunstancias recientes en el Barça, tiene en su pasión por el juego al que dedica la vida el verdadero resorte de sus ansias. Y como no lo puede remediar, le brillan los ojos cuando marca, a la par que emociona a sus seguidores piensen lo que piensen de su amago de deserción de hace unas semanas.

Y eso es lo que distingue también a los aficionados irreductibles de cualquier club. Una vez aseguré que los forofos, por criticables que sean algunos hechos y actitudes que censuro, en los que la ausencia de autocrítica de parte no es lo menor, sin embargo, me producen ternura. Y es que, emociona la honestidad de lo auténtico.

El artista, y un gran futbolista lo es, emociona cuando desnuda sus propias pasiones y lo transmite generosamente en sus obras. Y ese don no entiende de edades ni circunstancias. La verdad sin matices se consume en el incandescente fuego de la eternidad. Eso nos ocurre cuando recordamos a los grandes: Pelé, Di Stéfano, Maradona, Cruyff, Eusebio, Ronaldo, Zidane, Beckenbauer, Puskas, Boby Charlton, Luisito Suárez, Gento, Xavi y compañía.

Esta liga se antoja competida porque la pandemia que nos asola ha cerrado el grifo de los grandes desembolsos a los poderosos. Y cuando rebuscan en el bolsillo de sus canteras y alargan la idea de sus veteranos tanto los grandes como los pequeños las diferencias se acortan. Un canterano bueno vierte su pasión en el césped lleve la camiseta que lleve, y esa cualidad, como la clase, no entiende tampoco de dinero en sus primeras lunas. Otra cosa será cuando despierte apetitos y se mezclen la ambición con la lógica y las miras de futuro. Así que disfrutemos de los chavales que ponen en liza unos y otros, así como de las penúltimas correrías de los mayores.

Finalmente, ilusiona que Luis Enrique piense lo mismo y no mire carnets de identidad ni currículos ni procedencias en sus listas. Reitero que algunos jugadores maduran antes y otros después, y es apasionante que compitan por defender nuestros colores en el intento que anhelamos de reverdecer laureles. Esos mismos seleccionados corroboran lo anterior; hay algunos futbolistas desconocidos para muchos aficionados porque no pertenecen a clubes señeros ni han estado en candelero en la última década, pero no por ello son menores en su juego; Campaña y Traoré, por ejemplo.

Hasta ahora la Selección está cumpliendo expectativas y enseguida la veremos de nuevo en liza. Me gusta la elección que ha hecho el asturiano mal encarado, que una cosa no quita la otra, así como su empeño en no perder las esencias que nos hicieron grandes hace un decenio añadiendo la verticalidad precisa al carecer de goleadores consumados en el panorama mundial.

Y hay un detalle que me esperanza: intentan añadir la garra que le imprimió Luis Aragonés, que de alguna forma caracterizó igualmente al propio Luis Enrique jugador. Eso se lleva en las entrañas y es el mejor argumento para emocionar. Suerte y ánimo.