¿Cómo podíamos comunicarnos antes de que se acuñara la expresión 'confinamiento perimetral'? ¡Qué buena pareja hacen 'confinamiento' y 'perimetral'! La gente se vuelve al oírlos pasar, están en boca de todos, en Madrid no se habla de otra cosa. ¡Qué grupo sintagmático!

'Confinamiento' nos llegó desde los lomos arrugados del Derecho cuando la palabra más parecida que conocíamos la habíamos sacado de la poesía, de ese «del uno al otro confín» de 'La canción del pirata' que recitábamos con sonsonete y braceo en la tarima de la vergüenza durante el bachiller elemental. En una misma familia de palabras (confín, confinamiento) se unían Aranzadi y Espronceda.

De lo perimetral, como de tanta geometría, nos habíamos olvidado hasta que las revistas de moda, cuando declaran la operación bikini, y los médicos de atención primaria, cuando enuncian los factores de riesgo cardiovascular, coincidieron en su inquina al perímetro abdominal que en otros tiempos había sido la 'curva de la felicidad' y ahora es la curva de la muerte sin autoestopista rubia. Del perímetro hablan también los agentes antiterroristas en las series y los bomberos en los informes de los incendios para limitar las desgracias.

El confinamiento perimetral es la limitación para salir de un área que fija el poder. La vida normal suele suceder dentro ese límite en el que no te sientes constreñido hasta que te lo marca el BOE. Contra el BOE relinchan los bobos de la libertad, que se creen rebeldes porque galopan el albedrío, sin reparar en que el confinamiento perimetral apenas cambia su vida, más allá de algunas pequeñas molestias.

De la expresión 'confinamiento perimetral' se entiende como normal 'confinamiento', que se limite temporalmente la movilidad en una situación de pandemia, pero se levanta ante la vista 'perímetro' como un muro fronterizo que no es físico y remite a lo mental. Al pensar sobre él te das cuenta de que cada año es más estrecho, que estamos rodeados de perímetros ideológicos que se cierran.