El inmenso capital internacional acumulado por España en las décadas posteriores a la transición está siendo dilapidado en los últimos 15/20 años. A la mala gestión de la economía origen de la burbuja se añadió la discutible gestión de la crisis, abordada al fin con un rescate encubierto. Luego llegaría la crisis catalana. La singularidad negativa de España en la pandemia, debida tal vez a factores no controlables, ha sido seguida de un abrupto final de las medidas y luego de una evidente falta de dirección, a causa del cruce de disputas entre grandes partidos y entre gobierno y autonomías. El riesgo de que España acabe siendo, como país, el enfermo de Europa, regido por la que algunos llaman ya «clase política tóxica», es grande, y esta vez no sería una leyenda negra. Si quedan patriotas en España deberían tratar de tolerarse, unir fuerzas, sacrificar posturas, compartir poder. O pedir la baja.