Estadio Müngersdorfer de Colonia, 12 de mayo de 1935. En pleno auge del nacionalsocialismo del III Reich y con más de 80.000 aficionados en las gradas, la España republicana de la época, que se encontraba al borde del inicio de una cruenta Guerra Civil, se enfrentó a la Alemania Nazi de Hitler. Era la primera vez que se verían las caras sobre un terreno de juego ambas selecciones y la tensión se palpaba en el ambiente. No se trataba de un partido cualquiera ya que más allá de un encuentro amistoso, lo deportivo se entremezclaba con la lucha de poderes políticos en cuanto a supremacías ideológicas se refería. De hecho, más de 180 periodistas llegados de todos los rincones del mundo, fueron acreditados para el evento.

Nadie quiso perderse aquel llamativo espectáculo por lo que se llegaría a colgar el cartel de no hay billetes. A la entrada de el gran coliseo germano, los chicos de las juventudes hitlerianas repartían un banderín por espectador con la distinción de la cruz gamada, que sería agitado con fervor durante el desarrollo del partido en cada acción alemana. Unos dos mil valientes españoles fueron los que se atrevieron a asistir al encuentro, resultando muy curioso ver entremezclarse la bandera tricolor republicana entre la temible esvástica. En el palco Bernhard Rust, ministro de Educación del III Reich y responsable de las purgas de judíos en la Universidad, junto al alcalde de la ciudad Günter Riesen, elegido a dedo por el führer. Por parte española la representación vino de la mano de Francisco Agramonte y Cortijo, embajador en Berlín.

Los alemanes saltaron primero al terreno de juego, agasajando a su visitante con un pasillo de honor y saludo tradicional nazi, algo que molestaría más de la cuenta a la expedición española por el excesivo teatro mostrado alrededor de un simple partido de fútbol. Tras los acordes del himno español, el «Deutchland über alles» brazo en alto de los aficionados, resonó por toda la nación alemana. La batalla estaba a punto de comenzar.

Con el pitido inicial del colegiado belga Jan Langenus, los teutones salieron en tromba jaleados por aquella vehemente y ruidosa hinchada, quienes no cesaron ni un instante en el apoyo a su selección. Fruto de aquel tempranero alboroto surgiría la acción del primer gol, cuando Lehner centró al área un perfecto balón para que Conen con un disparo potente y cruzado abriese el marcador en el minuto 11. El estadio se vino abajo.

Fueron minutos convulsos para los chicos de Amadeo García de Salazar, pero una vez asentados en aquel majestuoso coliseo balompédico, Quincoces, Lángara y Gorostiza comenzaron paulatinamente a hacerse dueños de la situación. Poco a poco el acongojo inicial iría desapareciendo, y la multitud allí presente iría reduciendo los decibelios para asistir atónitos a la gran obra maestra que La Furia Roja comenzaba a ofrecer al respetable, sucediendo entonces lo inevitable a la media hora de juego.

Iraragorri pasó a Regueiro que con una perfecta finta se deshizo de su marcador para de inmediato ceder a Vantolrá. El extremo catalán centró a la posición de Lángara que sería cargado violentamente por un defensa alemán cuando se disponía a rematar franco cara al gol. El bravo jugador asturiano desde el suelo y de forma inverosímil, lograba conectar nuevamente con el esférico para alojarlo en el fondo de las mallas sin que Buchloch pudiese evitarlo. Se hizo el silencio sepulcral en Colonia.

La respuesta alemana a tan maravilloso juego desplegado por los nuestros fue, como no, la agresividad; zancadillas, empujones y amenazas. Pero lejos de amilanar a La Furia, aquello los espoleó aún mucho más, poniendo en práctica aquel maravilloso juego de toque exquisito que tanto caracterizó a nuestra selección en aquellos años. Sin ir más lejos, con las victorias ante los ingleses que por primera vez en la historia caerían derrotados lejos de las islas en 1929, y 5 años más tarde en el Mundial de Italia 1934, mostrando al mundo entero que a pesar del «Decreto Mussolini» que hizo vencedora a Italia, nos coronaba como la mejor selección del Mundo.

Precisamente en una de esas jugadas geniales y al borde del descanso, llegaría el segundo tanto español que daría a la postre el triunfo «glorioso» a nuestra selección. Lecue combinó con Gorostiza que se marchó por velocidad de su oponente. Al llegar al borde del área logro centrar para que Vantolrá de cabeza dejase el balón muerto a pies de Lángara, que a bocajarro y de disparo poderoso -sin compasión alguna-, batiría nuevamente al guardameta alemán, colocando el 1-2 en el marcador. Aquel gol quedaría grabado con letras de oro en la historia de nuestro fútbol.

Durante el transcurso del segundo tiempo Lángara seguía causando pánico entre los defensar alemanes, en tanto que en la retaguardia, Quincoces ejerciendo como gran líder del equipo e Izaguirre bajo palos, solventaban imponentemente las pocas llegadas de su rival. Mientras y cabizbajos, los hinchas locales comenzaron a abandonar el estadio antes de cumplirse el tiempo reglamentario. La esvástica dejó de hondear y la cara de Rust en el palco, era todo un poema. España acababa de derrotar a la todopoderosa Alemania en su propia casa. ¡Ahí es nada!

Para la historia quedará aquel once español formado por: Eizaguirre Olmos, Zabalo, Quincoces, Cilaurren, Muguerza, Lecue, Vantolrá, Luis Regueiro, Lángara, Iragorri y Gorostiza, que logró humillar al mismísimo Hitler en su propia casa.

Otto Nerz, entrenador de Alemania manifestó al término del encuentro que: "El equipo español ha conseguido una victoria justa, con su juego maravilloso. Nuestra táctica ha quedado desbaratada".

En la prensa, La Gaceta de Frankfurt escribió que el juego de España había sido "extraordinariamente asombroso".

Quincoces en 1995, un año antes de morir en Valencia, recordaba para la IFFHS (International Federation of Football History & Statics) como fue aquella gran logro:

"Hicimos algunos encuentros memorables. Del que tengo mejor recuerdo fue el que jugamos en Köln, ante Alemania y vencimos por 2-1. Los alemanes tenían un magnífico conjunto y llevaban muchos partidos seguidos sin perder. Nosotros hicimos un gran juego, especialmente Ventolrá que maravilló al público, que demostró ser mucho más deportivo que el italiano, y aplaudió sus jugadas, sobre todo las que hacía con el juego de cabeza. Lángara se encargó de marcar dos grandes goles y nosotros, en la defensa de frenar al mejor delantero alemán, Conen, que siempre se mostró muy peligroso.