Me llamo Mohamed y llegué a Málaga el 19 de octubre de 2019. Vine a buscar un futuro. En mi familia había problemas desde que era pequeño y salí para buscar mi vida. Los primeros cuatro o cinco meses dormía en Calor y café (centro de acogida nocturno) y almorzaba en el comedor social. Después entré en el albergue, donde he pasado los meses de confinamiento y ha sido duro, de verdad: hay mucha gente, casi todos mayores, no vale para un chico de 21 años. Cuando llegué a Málaga empecé a estudiar por las tardes en el Gaona (IES Vicente Espinel). Del albergue salimos a las 8:30 de la mañana y no podemos volver a las habitaciones hasta las 9.00 de la noche. No siempre está abierto el módulo de al lado para estar durante el día. A veces, me quedaba dormido en las clases.

Tengo que buscar un sitio en el que descansar al mediodía. En la mochila llena de cosaslibros, jerseys, que cargo el día entero, llevo sábanas para echarme después de comer en la playa o en un parque. Seguir con los estudios me costó mucho durante el confinamiento porque en el albergue no tenía conexión a Internet. Málaga Acoge me dio una tarjeta para poder enviar los deberes y lo hice todo y aprobé. Ahora estoy en el segundo curso de educación para adultos. Lo que más me gusta es la Historia. Voy al instituto los lunes, miércoles y viernes por las tardes. También tengo refuerzo de español antes de las clases con Cristina, que es profesora y voluntaria de Málaga Acoge.

Como me gusta ayudar, soy voluntario de Cruz Roja en el CEA (Centro de encuentro y de acogida) de Palma-Palmilla: damos comida, bocadillos, ropa, apuntamos a la gente que se quiere duchar o que quiere cita con el médico. Los usuarios que están allí me conocen y dicen sorprendidos: mira, él también está en el albergue ¿qué hace aquí? Me respetan mucho porque saben que estoy en la misma situación que ellos y, al mismo tiempo, estoy ayudando. También fui voluntario con personas mayores en Cruz Roja de Ceuta, donde trabajaba mi padre. Él está ahora sin trabajo en la ciudad de Rincón-M'diq, en Marruecos, donde vive, porque la frontera está cerrada.

También me gusta mucho tocar la guitarra. Mi tío era profesor. Empecé a aprender con él y luego he seguido solo. Ahora mismo estoy practicando con el flamenco. El año pasado siempre andaba con mi guitarra en la calle. Ahora la guardo en la habitación donde duermo.

Estoy deseando salir del albergue y vivir en un piso en el que pueda estar cuando quiera, estudiar tranquilo, descansar un rato y cocinar, que me gusta mucho desde pequeño. Mis sueños son normales: primero de todo, tener los papeles para poder trabajar, que sé que es difícil porque hay que esperar tres años y tener un contrato de uno. Pero la vida es así, es difícil, no hay algo fácil. Cuando llegué hablaba algo de español, pero he aprendido a leer y a escribir en El Gaona. Y ahora mismo estoy aprendiendo rápido a ser peluquero porque durante el confinamiento corté el pelo a los chicos del albergue. Hago cortes de pelo buenos con tijeras y cuchillas que compré con dinero que gané haciendo trabajillos.

A veces me he sentido solo: cuando estoy en la calle, en el parque, me siento mal, como que no tengo a nadie. Si un chico piensa en un futuro y encuentra oportunidades le va bien, pero si no tiene ayuda no puede seguir porque está en un país que no es el suyo, sin su familia, y eso es muy difícil. Yo tengo amistades buenas y trato de escapar de las cosas que sé que me van a llevar a algo malo. Cada uno de nosotros tenemos que buscar nuestro propio camino. ¿Suerte? No creo en ella. Si quieres lograr una cosa tienes que trabajar y luchar para conseguirla. Sin olvidar algo que me dice mi padre siempre: no pierdas nunca tu sonrisa.

*Mohamed es un joven que apoyamos en Málaga Acoge que estudia segundo curso de Educación para adultos (ESPA 2) en el IES Vicente Espinel y hace unos días entró a vivir en un piso de acogida de Cáritas Diocesana de Málaga