Pedro Sánchez promete la creación de 800.000 empleos hasta el final de la legislatura, cifra urticante para el PSOE que remite a una gran promesa electoral de 1982 que acabó en fiasco: en la histórica "campaña del cambio", Felipe González prometió, camino de su primera mayoría absoluta, 800.000 nuevos puestos de trabajo durante la legislatura, pero, llegado 1986, se había perdido casi exactamente esa misma cantidad. Aquellos fueron años de reformas económicas de corte liberal, lideradas por el ministro Miguel Boyer en la antesala de la integración en la Comunidad Económica Europea, y de cirugías profundas en las actividades fabriles, obra del también ministro Carlos Solchaga, cuyas políticas activaron en Asturias las reconversiones de la minería, la siderurgia y el naval. La región perdió entre 1982 y 1986 casi 20.000 empleos, la mayoría en la industria (13.200, según la EPA). Felipe González reconoció décadas después el error de los 800.000. "Los empleos los dan los empleadores y no el Estado", dijo en 2008, no sin recordar también que en su siguiente mandato, ya sin números-promesa, se crearon 1,3 millones puestos de trabajo. Sánchez parece decidido ahora a desafiar a la historia y a los demonios de su partido repescando los 800.000. Es plausible que fije un objetivo, porque nos permitirá a los ciudadanos enjuiciar su labor llegado el momento. Pero su entusiasmo por dar mayor velocidad a la descarbonización puede inquietar justamente en lugares como Asturias, donde con Pedro Sánchez ya ha empezado otra reconversión.