'La época universitaria y compartir piso en los tiempos del Covid', por María Luisa Muñoz Acosta

Hace un par de días pasé por la universidad. Quise observar cómo se desenvuelven los alumnos en estas nuevas circunstancias. Mera curiosidad. La sensación, a primera vista, era la de un año normal, con la única diferencia de las mascarillas. Los grupos, por ende, se veían de forma normalizada en las puertas y cafeterías exteriores de las facultades. En el interior de los edificios la cosa cambiaba; la sensación de vacío y distancia era latente, también, todo hay que decirlo, la de responsabilidad. Eso me hizo pensar en tantos estudiantes (también trabajadores y otras tantas personas) para los que compartir piso es la única posibilidad de estar en la ciudad. Centrándonos en los universitarios, aquellos que, se supone, están en la mejor etapa de sus vidas, se enfrentan a lo extraño de las circunstancias en muchos sentidos. Al margen de la socialización, las fiestas universitarias, las barriladas, las reuniones entre amigos, los intercambios de idiomas, las quedadas improvisadas... no se puede estar tranquilo ni en casa. Hablaré de un estudiante cualquiera: Pongamos que el estudiante A guarda todas las precauciones posibles, pero este comparte piso con el estudiante B, que cierra todas las fiestas ilegales y lleva la misma mascarilla desde marzo... por cumplir y evitar la multa. El estudiante A, por muy responsable que sea, dependerá de la falta de civismo del B. Y así funcionamos. La universidad se enfrenta a una nueva etapa que lejos queda de las películas americanas de desfase y despreocupación (o eso esperamos). Compartir piso también se convierte, por lo tanto, en una actividad de riesgo. Me pregunto si esto afectará directamente al número de personas que decidan estudiar una carrera de aquí en adelante o si la universidad en general tendrá que reinventarse.