Los editores de la famosísima revista Vogue publicaron en 1981 un libro que tuvo un gran éxito de ventas, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos. Se llamaba 'Travel in Vogue'. Contenía una estupenda recopilación de artículos sobre viajes, publicados en la prestigiosa revista a lo largo de más de medio siglo. Según Condé Nast Publications estos artículos «fueron seleccionados tanto por su mérito literario y su atractivo nostálgico como por su intrínseco interés histórico».

Las firmas que acompañaban a esos textos ya son parte de la historia de la gran literatura, con mayúscula. Gigantes de las letras y del pensamiento, como Aldous Huxley, Truman Capote, V.S. Naipaul, Colette, Peter Ustinov, Paul Theroux, Noël Coward, Antonia Fraser, Cecil Beaton, y tantos otros. Al final del volumen se recogen también documentos gráficos, de gran valor, provenientes de los archivos de Vogue, que nos llevan al mundo de los viajes en diferentes épocas. En esa sección nos encontramos con un capítulo muy interesante: 'Favourite hotels around the world'. Los editores habían dedicado una sección a sus hoteles favoritos, según las recomendaciones de buenos conocedores del mundo de los grandes 'palaces'. Entre ellos aparecía un hotel de Marbella: Los Monteros.

A los incondicionales del hotel marbellí no les sorprendió entonces esa decisión de los expertos de Vogue. Desde su apertura en 1962, el hotel apuntaba maneras. Estaba situado en una hermosa finca junto al mar, a seis kilómetros al este de Marbella. En los comienzos el hotel tenía una veintena de habitaciones alrededor de un atractivo patio andaluz. Todas en estilo muy español. Un servicio y una cocina excelentes lo arroparon desde el primer día. Los 'fans' de Los Monteros decían que el hotel era perfecto porque no parecía un hotel. Era más bien un elegante y discreto club privado, relajado y amistoso, aunque inflexible en el cumplimiento de ciertas reglas que favorecían la convivencia civilizada a través del respeto a los demás clientes y, por supuesto, al personal. Es bien sabido que los legendarios profesionales de Los Monteros eran el arma secreta de aquella casa, donde había algún cliente que se distraía inútilmente esperando un 'faux pas', un fallo. Algo que pudiera chirriar en aquella maquinaria perfecta, donde hacer las cosas bien era mucho más que una seña de identidad.

Esos éxitos permitieron ir adaptando el crecimiento de Los Monteros a las demandas del mejor turismo internacional. Las veinte habitaciones iniciales se convirtieron en 168, diseñadas en diversos estilos. Situadas en dos ampliaciones sucesivas: en El Mirador o en el Pabellón Mediterráneo en 1971. En 1965, tres años después de la apertura del hotel, se inauguró el Club de Golf de Río Real, como un elemento estelar del complejo. Un espléndido campo de golf de 18 hoyos, diseñado por Javier Arana y dirigido por el gran Ángel Miguel. El madrileño que logró situar el nombre de España en el mapa del golf internacional, al conseguir ser el campeón del mundo en 1958.

Unos años después se inauguró en la playa de los Monteros 'La Cabane', su famoso Beach Club. Modelo universal de lo que debería ser una instalación de ese tipo. 'La Cabane' fue adorada por sus usuarios y ávidamente copiada desde entonces en los cuatro puntos cardinales. En cuanto a la legendaria gastronomía del hotel, ésta recibió en los años ochenta un galardón muy merecido. Los Monteros fue el primer hotel de España que obtuvo una estrella en la guía Michelin. Gracias a uno de los grandes restaurantes de la casa: El Corzo. Tutelado por Goyo Camarero, el maestro de maestros.

A mediados de los años ochenta falleció el fundador y propietario de Los Monteros, don Ignacio Coca. Fue una tragedia. Sin paliativos. Don Ignacio, un admirable empresario salmantino, nunca dudó que Los Monteros sería uno de los mejores hoteles del mundo. Los tiempos cambiaron. Nuevos propietarios llegaron y se marcharon. Todos intentaron, con la ayuda de un personal siempre leal al hotel, mantener el buen rumbo de la nave. Unos con mayores aciertos que otros. Desde hace unos años Los Monteros tiene nuevos propietarios. No sería justo el no reconocer que están haciendo una magnífica labor. Es innegable que el hotel está espléndido. Incluso han recuperado el famoso Club de Tenis de Los Monteros, tan admirado durante décadas en toda Europa, gracias al australiano Lew Hoad, uno de los grandes campeones de Wimbledon, y a los grandes acontecimientos tenísticos que allí se realizaron. Por supuesto, un día estos siniestros tiempos oscuros terminarán. Y lo días de gloria de los hoteles regresarán. Y lo celebraremos en algún lugar luminoso y legendario, como aquel hotel marbellí, que los expertos de Vogue situaron entre los mejores del mundo.