Profesores de la Universidad Complutense y científicos del Instituto de Salud Carlos III de Madrid, tras un trabajo de investigación, han llegado a argüir que el procesamiento del lenguaje es diferente cuando se lee solo que junto a otra persona. Según esta indagación, cuando leemos en compañía, la función eléctrica cerebral transcrita señala que el proceso de la palabra es más 'heurístico', esto es, más integral, constatado y seguramente más creativo. Sin embargo, cuando el lector se halla a solas su interpretación se hace más automática y limitada.

Siguiendo estas directrices tan singulares, para leer acompañados, nos llega el último libro de la preclara poetisa Isabel Pérez Montalbán, 'Vikinga' (Visor 2020) -Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla 2019-, presentado ayer por la poeta Rosa Burgos en el hotel Molina Lario, en uno de los actos que el Centro Cultural Generación del 27 está auspiciando en esta intrincada y confusa época para la cultura malagueña.

Isabel llega con la lluvia con su tenaz voluntad de compromiso, conciencia crítica, transparencia y brillo como las gotas de una llovizna temprana, ahondando en su herencia enraizada a través de una incesante y rebelde contienda a favor de la justicia social y contra el desamparo. Pérez Montalbán concibe su poesía desde un diálogo íntimo con el mundo; con una perspectiva en la cual el poeta debe ser heraldo de los otros y donde el lector haga suyo sus poemas, entendiendo que siente lo ajeno como propio bajo una responsabilidad moral. 'Vikinga' está dividido en una tríada de emociones sobrevividas: la autobiografía, la vinculación con los acontecimientos del mundo a partir de la introspección y la sentimentalidad generada por el amor y el desamor. Este orbe necesita percepciones que hayan cobrado vida, como la obra de Isabel Pérez Montalbán.