Las primeras lluvias del otoño son siempre una sorpresa, las recibo como si fuese la primera vez que llueve. Borges decía que la lluvia era «una cosa que sin duda sucede en el pasado», por su capacidad evocadora, pero se dejó atrás, creo, esta cualidad de asombro que tienen siempre las lluvias primeras del otoño.

De modo que antes de escribir (siempre pospongo todo lo que puedo el hecho de escribir) he estado un rato 'oyendo llover', que era una expresión que usaba mucho mi padre para quejarse de mi nula atención a sus riñas. Mi padre insistía, infructuosamente, en que estuviese a las diez en casa, hora a partir de la cual se le figuraba, como a todos los padres de aquella época feliz (ahora lo sé), que se desataban los males y los vicios.

El Gobierno quiere ahora, bajo la figura del toque de queda, hacer como mi padre, que estemos todos a las diez en casa para que no vayamos por esos mundos de dios expandiendo el coronavirus, desatados y montaraces. Nos permitirá ir al trabajo hacinados en el transporte público, pero no ir al ambulatorio; nos permitirá que mandemos a los niños a clase, apretujados treinta en un aula, pero no juntarnos más de seis en la cena de Nochebuena; podremos tomar un café o una copa en un bar, pero antes de las diez de la noche€ Y así un rato largo, aburrido, aburridísimo, hasta tener uno la sensación de que hay un mucho de arbitrariedad, de desconcierto, de chapuza y de ocurrencia en todo esto. Que si hay alguien al timón, acaso está un poco desnortado, y que de este terrible tiempo saldrá vivo quien se salve por su cuenta, quien tenga cuidado de sí mismo, que nada debe esperar nadie de gobernantes que prefieren encerrarse dos días a debatir sobre quien es peor antes que encontrar entre todos vías razonables para que el país y los paisanos no vayan definitivamente al desastre.

Mientras, ahí fuera, España es a día de hoy un país de un millón de contagiados, según las últimas y retocadas estadísticas. El propio Ministerio de Sanidad reconoce que es posible que se estén detectando solamente entre el sesenta y el ochenta por ciento de los casos, lo que nos llevaría a que el número real de contagios oscilaría entre tres y medio y cinco millones de personas. Sea como fuere, hemos entrado en la lista de los países millonarios en contagios, junto a Estados Unidos, La India, Brasil, Rusia y Argentina. En todos llueve, como aquí, sobre mojado, y aunque «la mojada tarde me trae la voz, la voz deseada,/ de mi padre que vuelve y que no ha muerto», yo me siento en desamparo.