Lo confieso, ando confuso. Confuso con Casado. No me esperaba un Casado cantando las cuarenta en bastos a Vox y menos que usara sal gorda para echar en la herida abierta de Santiago Abascal, el líder de la ultraderecha, militante activo de un fascio que pone los pelos como escarpias. No me doy a detener en las tremendas burradas que dijo Abascal, de escasa o nula capacidad intelectual y como dijo el representante del PNV, Aitor Esteban, no me prestaré a esta patochada, la moción de censura. Sí recomendaría, sin embargo, que la derechita mediática, quienes abrevan en pesebres cercanos al fascismo, se lean entero el discurso de Abascal, ejercicio para entender la diarrea mental de la que hace gala este personaje. La derecha del PP, por boca de Casado, con oratoria digna, ha marcado un cordón higiénico a la ultraderecha de Vox. Pero es un cordón bocazas. Nada de hechos. No caerá ningún gobierno que se mantiene por el apoyo de Vox. Una cosa es la palabra, la fácil verborrea y otra tocar pelo, o sea, poder. Y al PP le hace feliz sentarse en la poltrona. Y si no lo creen que se lo pregunten a Moreno Bonilla, a Díaz Ayuso y al alcalde de Madrid. Como diría un castizo, Vox los tiene cogidos por cierta parte, muy dolorosa para que me entiendan. «Hasta aquí hemos llegado», proclamó un estresado Casado. Veremos.

Dicho lo cual, me centro en Casado, con brillante discurso, pero poco más. A Casado no le quedaba otra. O se desmarcaba de Vox o este partido se fagocitaría a una parte de la derecha «acomplejada». Y Casado ya no puede perder más votantes, como tampoco dejar de ser la referencia de la oposición al Gobierno de coalición. Pero la clave de este giro de Casado, centrándose como opción política, sugiere muchas dudas porque, en los próximos meses, habrá de dar cumplida respuesta a las exigencias del cumplimiento constitucional de la renovación del poder judicial, como lo más cercano y, en segundo lugar, sentarse con el Gobierno para hacer realidad el plan de reconstrucción a causa de la pandemia, negociando presupuestos y dejando las visitas turísticas a Bruselas para vender que España va mal, que el Gobierno de Sánchez es gobierno «fallido» y no sabrá gestionar las ayudas europeas. Casado deberá sentarse con el Gobierno, incluido Podemos, para buscar soluciones y proceder a normalizar la renovación de órganos de gran importancia como el Defensor del Pueblo, la presidencia de la Comisión de Valores y de la RTVE, entre otros. Obras son amores y no buenas razones, recuerda un viejo refrán que, en estos momentos, viene como anillo al dedo.

Y queda por hablar de Vox que, se recuerde, tiene detrás tres millones de votantes y 52 diputados, además de estar dando apoyo a la derecha en muchos ayuntamientos, Madrid por ejemplo, y en comunidades autónomas como Madrid, Andalucía y Murcia. ¿Qué va a hacer Vox? ¿Retirará el apoyo a quien lo ha despreciado, humillado y maltratado en sede parlamentaria? Creo que no y Vox seguirá dando su apoyo a la derechita, ahora menos acomplejada. No le queda otra porque sus votantes no entenderían que les abriera las puertas a la izquierda. La realidad en política, que muchas veces se olvida, es otra y si bien es cierto que a ciertos barones del PP sorprendió el duro discurso de Casado, contrariados sobre todo porque lo desconocían y porque ellos, en el día a día, tienen que sentarse con Vox y de él depende mantenerse en la poltrona. Vox, no se olvide, sigue cogiendo el rábano por las hojas. Y en toda esta batalla dialéctica, ¿qué hace Ciudadanos? Deseando, más que nadie, que Vox siga apoyando los gobiernos regionales, sobre todo en Andalucía. Juan Marín, el vicepresidente de la Junta, sabe que si hubiera elecciones inmediatas su partido, en España y más especialmente en Andalucía, según encuestas sólidas (y no la de Bendodo-CENTRA) les aguarda una larga y dolorosa travesía del desierto que le haría perder en nuestra tierra entre diez o doce diputados regionales. De todos, parece que no deben preocuparse porque Vox, con Abascal en modo rabia, no irá muy lejos. Queda por saber qué hará el 30% de votantes declarados del PP que daban el sí a la moción de censura. Para Vox este es un redil donde unos setecientos mil votos pueden variar. Y no es poco. Por último, es preciso razonar que un cordón sanitario como tiene la ultraderecha en Europa no se consigue con una oratoria por muy dura que sea, con denuncias de las políticas irracionales de Vox, por ejemplo, sino con hechos. Y en España, todo indica que es al revés, dándole cancha y aceptando el permanente chantaje que ejercen sobre todos los gobernantes a los que dan su apoyo, por más que estos nos restreguen, un día sí y otro también, que no es así.

P.D.- (1) Díaz Ayuso ha llegado al summun de su incapacidad sin demostrar el menor sentido de responsabilidad ante la situación extrema en que la pandemia tiene sumida a la población madrileña. ¿Hasta cuándo? Vox ya ha sacado el cuchillo. ¿Qué pasará?

(2) Las comunidades autónomas incapaces de gestionar la pandemia, bien es verdad que no todas, reclaman al Gobierno central que tome las riendas. Éste maneja, de nuevo, el estado de alarma y que se retrate Pablo Casado. Veremos. Ciudadanos ya ha dicho sí a un nuevo confinamiento.