Cuenta la leyenda que hay tres cosas cuya existencia es indemostrable: un buen libro de gastronomía británica, la valentía de un soldado italiano, y un almeriense que no coma migas cuando llueve. Y yo me atrevería a añadir una cuarta, un juez que no sea susceptible de ser tentado.

Los jueces no son seres mitológicos con poderes sobrenaturales. Más bien son estudiantes de Derecho con una memoria portentosa, una voluntad a prueba de oposiciones y una prestigiosa vocación pública. Nada más. El juez, como el resto de profesionales, se va haciendo con el tiempo. Se va oreando, madurando, con cada expediente. Debe someterse a la ley y guiarse por las reglas de la razón, la experiencia y la sana crítica. Los hay maleducados, desafiantes, impertinentes, arrogantes, altivos y endiosados. También los hay amables, dialogantes, transigentes y afables. Pero todos ellos, absolutamente todos, tienen pasiones y debilidades que les hacen falibles.

Ahora Sus Señorías, con sus puñetas y sus asientos en altura, son moneda de cambio en manos de ministros que llegaron a serlo por obra y gracia de su probada sumisión y obediencia. Sánchez ha sacado a pasear su creatividad legisladora y ha cabreado a todo el mundo. Incluso a los de Jueces y Juezas para la Democracia, que ya es mucho decir. El presidente se ha topado con todo el estamento judicial, la Comisión Europea, las fuerzas vivas, los que pasaban por allí, y hasta con el chino y todos los que le sujetaban. Es decir, quitando a sus secuaces, ha encontrado menos apoyos externos que Abascal en su moción de censura. Y todo por un quita de aquí para poner a aquel en el mundo de las togas. Cuánto interés, qué dedicación.

Según una encuesta de Metroscopia encargada por el CGPJ, el 99% de los jueces afirma sentirse independiente, el 92% cree que su función es la de velar por el cumplimiento de las leyes, el 98% siente que la justicia es la última salvaguarda de los derechos y libertades, el 72% se ha sentido afectado por la presión mediática, el 41% está a favor de que los fiscales instruyan las causas y el 90% dice no haber recibido indicaciones o sugerencias por parte de políticos. O lo que es lo mismo, un 1% de los jueces no se siente independiente, el 8% cree que no es su labor hacer cumplir la ley, el 2% no cree ser salvaguarda de derechos y libertades, el 28% confiesa haberse sentido afectado por la presión mediática, y, aquí va lo más curioso, el 8% reconoce haber sufrido presiones políticas.

De aquellos barros estos lodos. Según el ordenamiento jurídico los jueces han de ser imparciales e independientes, pero se conoce que el legislativo y el ejecutivo no lo perciben así; hasta el punto de que este gobierno hace otra vez el ridículo a nivel planetario al intentar imponer sus nauseabundas manos sobre un poder que, más bien que mal, supera cada día sus limitaciones para darnos a todos algo de equilibrada justicia y convivencia. Pero no es menos cierto que la encuesta causa cierta preocupación desde el momento en que hay un porcentaje, pequeño, todo hay que decirlo, de jueces y magistrados que sacrificarían su libre albedrío sentenciador en favor de un saltito en el escalafón. Miro para allá y, hop, ya tengo la plaza que quería. No hay juez que llegue a presidente de una audiencia que no haya dejado clara su ideología y su aspiración, me dijo una vez el presidente de una audiencia. De hecho, el 54% de los jueces afirma que el Consejo no realiza nombramientos atendiendo exclusivamente a criterios de mérito y capacidad. La pregunta es de cajón: cuáles son esos otros criterios. Que cada cual se averigüe la respuesta.

Y es que en esto pasa como con todo. Hay miles de magníficos magistrados que se dejan la vida haciendo lo correcto, superando las dificultades y la escasez de medios, palpando a diario lo mejor y lo peor del ser humano, pero basta que salga un juez advenedizo con ansias de ganarse un impulso profesional para manchar y ensombrecer a toda la carrera. Basta que salga un juez advenedizo con ansias de mojarse para que los políticos quieran repartirse un poder que debiera ser impermeable a sus presiones. Por suerte aún nos quedan muchos jueces que usan la toga como chubasquero, por si los políticos siguen meando fuera del tiesto.