Hemos visto últimamente entrar al ex presidente Barack Obama en la campaña electoral de su país, rompiendo así más de tres años de silencio frente a los ataques tan furibundos como indecorosos del actual ocupante de la Casa Blanca a su gestión y a la de todos sus predecesores.

Por fin ha osado el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos pasar a la ofensiva contra Donald Trump y en defensa del que fue durante ocho años su vicepresidente y se enfrenta ahora al republicano con más determinación que carisma.

Esperemos todos los demócratas y no sólo los de EEUU, sino los del resto del mundo, que Obama no llegue demasiado tarde y que consiga entusiasmar a la minoría a la que pertenece y por la que no hizo, mientras ocupó la presidencia, tanto cuanto muchos esperaban de él.

Hasta hace sólo unos días, cuando por fin decidió referirse a Trump directamente por su nombre en lugar de seguir andándose con rodeos, Obama se había abstenido de criticarle directamente como si desoyera todos los insultos del autócrata de la Casa Blanca a su persona.

Y como si no fuera con él el hecho de que Trump se hubiese dedicado sistemáticamente a hacer trizas todos los acuerdos internacionales trabajosamente logrados durante su presidencia: el acuerdo sobre el clima de París, el tratado nuclear con Irán, y también su ley de reforma del sistema sanitario.

¿Dónde estuvo Obama todo ese tiempo mientras su sucesor rompía con todas las normas seguidas hasta entonces por todos los presidentes, entre ellas la de no criticar a quienes los precedieron sino con las más elementales normas de decencia.

Y no es que el demócrata no hubiese tenido una premonición de lo que podría ocurrir: según cuenta el periodista Paul Street en la revista "Counterpunch", ya en octubre de 2016, es decir poco antes de que Trump se alzase con un triunfo que pocos esperaban, Obama le confesó a su correligionario y senador por Virginia que la campaña de Hillary Clinton había tenido como objetivo impedir que "un fascista" llegara a la Casa Blanca.

Hillary Clinton, la candidata de Wall Street y el Pentágono finalmente salió derrotada por el populismo descarado de un político de nuevo cuño hasta entonces conocido sólo como promotor inmobiliario, constructor de campos de golf y productor de un popular programa-concurso de TV llamado "El Aprendiz", muestra de la cara más feroz del capitalismo, donde se hizo famosa la frase que pronunciaba siempre Trump al final de cada capítulo: "Estás despedido".

Frente a lo que le había dicho en privado a su correligionario de Virginia, Obama adoptó en público un tono muy distinto tras conocerse la inesperada victoria del republicano: "Todo el mundo está triste cuando pierden los suyos, pero al día siguiente es importante recordar que todos formamos parte del mismo equipo. No somos republicanos, primero o demócratas, primero. Somos por encima de todo americanos".

Exactamente lo contrario de lo que sucedió después: persecución de los inmigrantes que lograban cruzar la frontera con México, separación de sus familias con el encierro de los hijos menores en jaulas, concesión de indultos a criminales de guerra, incitación a la violencia de la extrema derecha, condonación del racismo institucional de la policía, descalificaciones e insultos contra todos sus oponentes políticos y los medios críticos, por no hablar de sus incontables mentiras.

A lo que hay que añadir su total indiferencia frente al cambio climático o su negativa a reconocer en público la peligrosidad del nuevo coronavirus, lo que se ha traducido en una gestión desastrosa de la pandemia, que ha dejado ya más de 225.000 muertes sólo en EEUU, más que en ningún otro país, además de millones de desempleados, además de sin cobertura sanitaria, ligada muchas veces allí al empleo.

Poco después de la victoria electoral de Trump de hace cuatro años, Obama comentó: "Esto no es el apocalipsis. No creo en el apocalipsis hasta que se presenta". Su entrada ahora en la campaña en apoyo del demócrata Joe Biden, es tal vez un signo de que si éste no obtiene una clara victoria frente a su rival, habrá llegado ese apocalipsis que se negaba a ver hasta ahora.

Trump ya ha insinuado que podría negarse a abandonar la presidencia. Ha acusado sin pruebas a los demócratas de intentar cometer fraude en las votaciones por correo y sus partidarios, muchas veces milicias fuertemente armadas, parecen dispuestas a todo con tal de evitar la toma del poder por "los comunistas".