Mientras los científicos trabajan para conseguir una vacuna que nos proporcione inmunidad contra el Covid-19; mientras el personal sanitario trabaja denodadamente por salvar la vida de los contagiados; mientras los gobiernos, las instituciones empresariales y sindicales se esfuerzan en mantener el tejido productivo y económico; varios centenares de miles y anónimas personas, luchan angustiosamente por poder comer.

En esta Málaga del siglo XXI, día a día, miles de personas de todos los municipios de la provincia llaman sin descanso a las puertas de las organizaciones humanitarias y sociales: Cruz Roja, Cáritas, Bancos de Alimentos, asociaciones vecinales, comedores sociales y un largo etcétera, pidiendo, suplicando, una ayuda para poder comer.

Tras la declaración del Estado de Alarma en el pasado mes de marzo, algunos ayuntamientos de la provincia como los consistorios de Málaga y Mijas, junto con empresas como Maskom, o Carrefour, entre otras, dieron un decisivo paso adelante para facilitar tarjetas de comida a miles de familias.

Fue posteriormente la Junta de Andalucía la que proporcionó los medios económicos necesarios para que miles de familias pudieran acceder a dichas tarjetas monedero y que les ha permitido salir adelante durante los últimos meses.

La apertura de los comedores escolares el pasado mes de septiembre ha paliado las trágicas consecuencias que su cierre generó en miles de escolares que realizan en los colegios su única comida abundante y nutritiva.

El reparto de varios millones de kilos de alimentos del Programa Europeo FEGA que Cruz Roja y Banco de Alimentos han puesto a disposición de más de un centenar de asociaciones vecinales para su reparto en las últimas semanas de octubre, está llevando suministros básicos a miles de hogares de la provincia.

Pero todos estos loables e ímprobos esfuerzos están tocando a su fin.

Los miles de voluntarios de Cruz Roja, de Cáritas, de los Bancos de Alimentos; de las entidades religiosas católicas, evangélicas, presbiterianas,...; de las asociaciones humanitarias, los Ángeles de la Noche, Arrabal, Málaga Acoge, Anfremar, Madre Coraje,...; asisten impotentes al vaciado de sus almacenes de alimentos y de sus recursos de ayuda.

Es urgente e imprescindible que las instituciones políticas nacionales, autonómicas y locales; que las asociaciones empresariales, sindicales o profesionales; que las instituciones de derecho público, den un paso al frente para mitigar la hambruna que se está instalando en miles de familias malagueñas.

Pero tanto o más que los organismos públicos, es el momento que las empresas del IBEX 35; las multinacionales de la distribución y de la paquetería; los gigantes de internet; de las corporaciones electrónicas y de telecomunicación; de las grandes empresas provinciales,..., se comprometan con los más desfavorecidos de una sociedad de la que obtienen sus excelentes resultados de explotación y sus enormes beneficios corporativos.

Desafortunadamente el hambre no tiene rostro. Sus efectos se trasladan trágicamente en el tiempo, especialmente en el caso de niños y adolescentes.

Es responsabilidad de todos que todas y cada una de las familias malagueñas tengan un plato de comida en su mesa. Es una urgencia que no podemos demorar ni un solo día, ni una sola hora más.

Para ello no es necesario articular grandes programas de recogida, ni cacareados proyectos de responsabilidad social corporativa. Cualquier iniciativa local, vecinal o empresarial es válida en estos momentos de emergencia alimentaria.

Las puertas de las organizaciones humanitarias como Cruz Roja, Cáritas, Bancos de Alimentos, y un largo etcétera, están abiertas para articular dicha ayuda, por pequeña que sea, y hacerla llegar a los que más lo necesitan.

*Utrilla Navarro es presidente provincial Cruz Roja Española