A lo largo de la histórica rivalidad entre merengues y culés hubo muchos, pero que muchos puentes aéreos de Barcelona a Madrid y viceversa. El tarro de las esencias lo destaparía José Samitier, flamante estrella azulgrana allá por los años 30 del siglo pasado, cuando por grandes desavenencias con la directiva catalana decidió fichar por el Madrid de la mano de un jovencísimo Santiago Bernabéu, que en aquellos momentos daba sus primeros coletazos como directivo blanco. A mi juicio, aquello supuso el primer caso Figo que hubo en la relación amor-odio entre los dos clubes, pero claro está, en esa época había cosas mucho más importantes que el fútbol y no tuvo la repercusión de ahora. Aquel fue el primer gran Real Madrid de la historia, qué de la mano de Ricardo Zamora, el propio Samitier, Ciriaco y Quincoces, conquistaría sus primeros títulos ligueros en las temporadas 1931-32 y 1932-1933.

Con el paso de los años saltaron a la palestra los casos de Evaristo, jugador brasileño de los 60 que pasó del Barcelona al Madrid, Lucien Muller, el francés que pasó del Madrid al Barcelona, el belga Goyaverts, Justo Tejada..., para más adelante encontrarnos con los casos de Schuster, Laudrup, Milla, Celades, Luis Enrique, Eto´o, Hagi, Prosineski, sin olvidarnos la gran polvareda que levantaron Kubala y Di Stéfano a finales de los cuarenta y principios de los cincuenta. Pero quien de verdad causó una fractura irreparable entre ambas instituciones, cuando los susodichos casos Di Stéfano y Kubala con el paso de los años casi habían cicatrizado, fue el de Figo.

Luis Figo no solo era el líder del Barcelona, sino que era su capitán, lo que a día de hoy es Messi para la institución blaugrana. Su gran contribución a la institución presidida por Jose Luis Núñez le hacía formar parte del mismísimo escudo, por lo que su «traición» como así fue catalogado su pase al Real Madrid en el año 2000, causaría la mayor convulsión jamás vivida en can Barca en la era moderna.

No resultaría nada fácil convencer al luso ya que al margen de la suculenta cuantía económica que iba a percibir, el aspirante a presidente como era por aquel entonces Florentino Pérez, le adelantó la idea de su gran proyecto futuro: «Queremos construir sobre ti este nuevo proyecto». Y así fue como paulatinamente se irían incorporando a las filas madridistas los Zidane, Ronaldo, Beckham y compañía, qué junto a los canteranos, lideraron la primera etapa del máximo mandatario blanco a principios del siglo XXI.

En aquellos momentos y viendo el éxito alcanzado por su antecesor Lorenzo Sanz que fue capaz de devolver al madridismo la Copa de Europa en 1998 y 2000 precisamente, aquello se antojó como una verdadera calumnia, pero la insistencia de un ambicioso candidato como era el Sr. Pérez le hizo sentenciar que: «Quiero decirles a los socios que si yo soy presidente del Madrid, Figo jugará en el Madrid. Y fíjense si tengo seguridad en lo que digo, que si salgo elegido y Figo no juega en el Madrid, me comprometo a pagar a todos los socios la cuota de la próxima temporada».

Tal fue la convulsión ocasionada en Can Barca, que rápidamente Núñez ordenaría a su más fiel amigo y vicepresidente Joan Gaspart, que se apresurase en hablar con los medios de comunicación catalanes para que desmintiesen las noticias llegadas desde la capital. Lo que en un principio ocasionó grandes carcajadas dentro del seno culé, con el paso de los días a punto estuvo de costarles la salud a más de uno. Y es que la posición de Núñez de no elevar los emolumentos de Figo -al igual que ocurrió con Martí Carreto en el fichaje frustrado de Di Stéfano por el Barcelona-, le costaría el disgusto más grande de su vida.

Años más tarde, el propio Florentino Pérez contaba así como sucedieron los hechos:

Nadie había pagado 60 millones de euros en el año 2000. Le convencí, pero no fue fácil ya que era el capitán del Barcelona... «Como decía Valdano, era como arrancarle el corazón al Barcelona».

El portugués firmaría un contrato que le unirá al club blanco por las seis próximas temporadas, por cada una de las cuales cobraría cerca de 800 millones de pesetas netos (casi 5 millones de euros). La cláusula de rescisión se elevaba hasta los 30.000 millones de pesetas (180 millones de euros).

«Tengo la conciencia tranquila, porque me considero una persona de palabra. Desde el principio tuve claro que iba a jugar en el Real Madrid».

Con el transcurso de los años y valorando el paso tan importante que daría abandonado el FC Barcelona para recalar en el Real Madrid, el portugués manifestaría que: «Entre otras razones, fui al Real Madrid por una cuestión de prestigio».

Mientras que en Madrid se celebraba por todo lo alto la llegada del nuevo Rey Midas al club blanco, en Barcelona y preso de su habitual fanatismo vehemente, Joan Gaspart, que curiosamente ese mismo día saldría elegido como nuevo presidente azulgrana, muy sobresaltado diría: «¡¡¡Me las pagarán!!! Juro que no me olvidaré de esta afrenta. La tendré siempre presente, incluso en la mesita de noche al lado de mi cama. El documento firmado por Figo y Real Madrid es de una inmoralidad tal y falta de ética que no lo puedo perdonar».