Halloween es una festividad de humor negro solo hasta cierto punto, pues los que hacen bromas sobre la muerte suelen verla todavía lejana (de hecho es una festividad sobre todo infantil). Con todo, las culturas anglosajonas tienen más capacidad para reírse de esta desdicha tan generalizada, como ponen de manifiesto algunas series de televisión, el Halloween o, sin ir más lejos, la costumbre de comer algo y beber bastante en la antesala de la capilla ardiente, haciendo incluso bromas subidas a costa del difunto. En cierto modo la risa viene a ser un remanente pagano de tipo compensatorio, como las hogueras que se encienden el mismo día en que el sol comienza su lentísima declinación. Los católicos, creyentes o ateos, preferimos el culto a los muertos, pero en el fondo tampoco es del todo incompatible, pues una cosa es la muerte en abstracto y otra nuestros muertos concretos.