Pocas semanas quedan para que el humorista Juan Rosa lleve muerto dieciocho años. Cercanas pues ya dos décadas de su pérdida, sigue siendo su figura un elemento vivo en la memoria colectiva de todo un país y de nuestra ciudad en particular.

Nunca queda claro si pertenecer a un territorio específico es algo positivo. Si trae cosas buenas ser de tal o cual lugar. Parece que para algunos sí que lo es. El orgullo localista o regional es algo bastante habitual en nuestro país y no creo que tenga especial sentido. Sin embargo, para muchos asuntos, es cierto que supone un plus de arrope por parte de tu gente más cercana. Un buen torero siempre será un buen torero aquí o en Pekín. Pero un torero de los "especiales", seguramente lo tenga más fácil según donde nazca. Hablemos de una ciudad inventada. Le pondremos como nombre, así al azar, Sevilla. Lugar donde nace el ombliguismo con la garantía de que no exportan dicha cualidad más allá de sus fronteras.

Allí, cualquier vecino que destaca, recibe su reconocimiento público y social. No hay dudas para ello. No hace falta miles de firmas pues se da por sentado que es justo. Seas cantante, pintor o torero. En tu casa tendrás tu azulejo, en tu ciudad tu calle y si se lo montan bien, dedicarán sevillanas, canciones y camisetas hacia tu persona.

Se conoce y reconoce a los buenos. Y se llevan con orgullo.

Pero en Málaga cuesta trabajo. Mucho. Y además en cosas totalmente accesorias, fáciles de gestionar y sin coste alguno. Pero no se hacen. Porque nadie repara en ello o sencillamente les da igual.

¿Han ido a las nuevas zonas de crecimiento de la ciudad? ¿Han visto los nombres de sus calles? Quizá se pueda mejorar la cosa o simplemente otorgar ciertos nombres a personas a las que sea de justicia reconocer. Que no digo yo que no haya que reconocer a Sófocles su erudita labor literaria con una calle pero, en fin, que quizá podemos tener para todos los que tenemos pendientes. Que Plutarco está genial, pero Chiquito de la Calzada debe tener una calle en nuestra ciudad.

Pero no hay manera. Son cosas que no suceden y después te encuentras con que la salida a la autovía por El Limonar se llama Camarón de la Isla, que está muy bien, pero no Enrique Morente tras reflejar en su trabajo a nuestra ciudad, sus costumbres y Picasso en innumerables ocasiones. Pero no pudo ser.

Quizá quede mejor llamar a una calle Rimsky Korsakov que Juan Rosa porque parezca de persona más culta o ciudad más ilustrada. Pero es que El Pulga fue un artista de nuestra tierra que marcó una etapa dentro del humor en toda España. Un perfil artístico de humor elegante, inteligente y sano que cautivó a millones de personas. Y eso merece el mismo reconocimiento que tiene en su tierra Paco Gandía. ¿Por qué aquí no somos así? Nadie lo sabe. O al menos yo. Pero el resultado es un poco penoso porque arrastramos un lastre de penuria y cultura propia que se ve siempre amenazado por la apisonadora turística que todo lo mueve.

Y es ridículo y torpe pues, al final, lo que busca el de fuera es la verdad. La esencia. Lo genuino. Por eso triunfaba Juan. Por eso se hizo único Gregorio. Por es misma razón, nos conquistó Miguel de los Reyes. Por ser verdaderos. Por dejar a un lado la impostura y el teatro para hacerse valer por su categoría personal más allá de la floritura y la apariencia.

Y eso, nos hace una ciudad más rica. Más culta y sobre todo con mayor personalidad. Yo quiero que Málaga tenga azulejos en las calles y casas. Que cuenten que aquí nació fulanito o murió menganito. Pero no sucede. Es más. Lo que pasa es que se suelen derribar esas casas. Por eso nos estamos quedando sin historias que contar. Sin gente orgullosa. Sin memoria. Porque nos la roban poco a poco para tenernos como actores de este escenario impostado en el que se convierte nuestra ciudad conforme pasan los años.

Que tenga que salir Manolo Sarria, a los pies de su tumba y junto al busto que él mismo consiguió realizar -una obra extraordinaria de Juan Vega que fue sufragada por sus amigos y público-, para pedir nuevamente que El Pulga tenga una calle en Málaga como reconocimiento a su trayectoria es sencillamente lamentable. Es una vergüenza y dice poco y malo de Málaga, su ayuntamiento y responsables. No tiene sentido. No cabe en cabeza humana que se pongan nombres extraños o lejanos a calles nuevas y que este artista no tenga dicho reconocimiento.

Que a los filósofos ya los conoce la gente sin necesidad de que nadie le ponga una calle en Málaga. Pero a personajes como Juan Rosa, o lo detenemos en el tiempo, o quedará en el olvido y desconocimiento de las nuevas generaciones. Y seguiremos pues por la senda de la impersonalidad. De la falta de señas de identidad y del fracaso como ciudad por estar carentes de raíces.

Aquí no funcionan las cosas como deberían. Por eso Emi Bonilla vive escondido. Por eso Miguel de los Reyes necesitó de mil millones de historias para que se levantara una estatua en su barrio y por eso a Juan Rosa le pusieron una placa en un ridículo parque infantil con dos columpios.

Málaga tiene la obligación de reconocer a quienes la representan con dignidad, orgullo y cariño. Esta tierra debe rendir el respeto que merecen todos los que destacan, triunfan y cuyas carreras -sea en el ámbito que sea- supongan una representación digna de nuestra tierra.

Y eso, de manera extraordinaria, brillante y honesta, fue lo que hizo Juan Rosa Mateo. El Pulga. Humorista. Artista malagueño que murió cuando no tocaba. Que sigue vivo para todos nosotros gracias a su legado. Y que padece, como muchos otros ilustres, la desgraciada memoria selectiva de nuestra tierra.

Pónganle una calle. Aunque se merezca veintidós.

Viva Málaga.