Juan Antonio Ortega y Díaz-Ambrona es uno de los políticos más destacados de la Transición. Letrado del Consejo de Estado, ejerció a lo largo de su vida en la empresa privada y en la función pública. En los años gloriosos que suceden a la dictadura de Franco desempeñó diversos altos cargos políticos hasta ser ministro en dos ocasiones, adjunto con Suárez y de Educación con Calvo-Sotelo. Perteneció a Tácito, el grupo que diseñó la Transición y un partido de centro, en el que se apoyó Suárez en su etapa inicial de presidente del Gobierno. Participó en la fundación del primer Partido Popular, antecedente de Centro Democrático, y fue el último secretario general de UCD, bajo la presidencia de Landelino Lavilla, su principal promotor en la política, antes de dejar el partido en manos de una gestora para administrar su disolución. Aficionado a la filosofía y la sociología del conocimiento, en su juventud se dedicó durante más de una década a dar clases de estas materias en la universidad. Tras la desaparición de UCD decidió esfumarse de la alta política, pero mantuvo una presencia discreta en la vida pública dando a conocer ocasionalmente su opinión sobre temas de interés general en la prensa y en otros espacios de debate. En 2015 publicó Memorial de transiciones, una exposición pormenorizada de su biografía y una aportación rigurosa y clara al estudio del cambio político en España. El texto sigue el hilo conductor de los avatares organizativos de la democracia cristiana, las expectativas que la rodearon, las divisiones constantes, las discrepancias estratégicas y su bifurcación ante las elecciones de junio de 1977, que tendría consecuencias fatales para ella. Ortega y Díaz Ambrona, como tantos otros democristianos, optó por enrolarse en UCD y quiso agotar su carrera política en este partido. El libro que acaba de publicar es una segunda parte, la continuación del Memorial. Esta vez, el relato se centra exclusivamente en su vida política. Ofrece detalles de su contribución con las políticas judiciales y educativas de las que se ocupó al levantamiento de la armadura institucional de la democracia, y explica con patente decepción el fiasco final de UCD. La obra ilumina las dos caras que aquel partido exhibió en su trayectoria sin igual en la política comparada. Para Ortega y Díaz-Ambrona, por un lado, UCD fue el partido que sembró la democracia en España. Pilotó la Transición, dirigió el proceso constituyente, puso los cimientos del nuevo sistema político y definió algunas de sus instituciones básicas, todo ello con espíritu tolerante y dialogante. Por otro lado, UCD, un partido con una estructura muy frágil, no resistió la coyuntura crítica previa al 23F y se vino abajo. Suárez no sabía qué más debía hacer después de la Transición, recién entrada en vigor la Constitución la situación se volvió crítica en todos los frentes y en el interior de UCD, según cuenta Díaz- Ambrona, se congregaron las malas artes de la peor política, la ambición, la deslealtad, la mentira y el resto. La caída de UCD es uno de los hechos más decisivos de la democracia. Aunque parezca remoto, el hueco dejado condicionó muy poderosamente la evolución posterior del sistema de partidos. Ha sido así porque, a pesar de que la sociedad española ha experimentado una profunda transformación en estas décadas, el sistema electoral es el mismo y los patrones de nuestra cultura política también, como puede apreciase fácilmente. La pregunta mayor que suscita el libro de Ortega es, sin embargo, si, admitido que la Transición fue una buena siembra, hemos recogido la mejor cosecha de la democracia o, por el contrario, no ha sido así por falta de abono, riego, limpieza, poda y otros cuidados. El título que se reseña es el hermano menor del gran Memorial. Es recomendable leer el epílogo de aquel antes o después de este. La pieza, breve, es el mejor análisis concentrado de la Transición y la democracia. Este libro está escrito con rigor y fidelidad a los hechos, acreditada por el recurso del autor a su rico archivo privado y otras fuentes. Pero Díaz-Ambrona gasta mucha ironía y algo de guasa, en especial cuando se deleita en describir personajes o situaciones. Es su particular manera de oficiar la despedida de la histórica generación del 78. Enseñar la política por dentro y desde su interior. Pocos lo han hecho con el distanciamiento del ya ochentón y lúcido autor de esta obra. Todo ello predispone para una lectura provechosa a los 'políticos' de a pie que son los ciudadanos de la España por fortuna democrática.