Los rasgos comunes a todos estos tipos y tipas (pónganse femeninos y neutros y lo que se quiera en cada caso: yo abandono) son: (1) van sinmascarillados; (2) contravienen la legislación vigente; (3) les importa una higa el prójimo y (4) desprecian la vida. Una observación desapasionada de estos especímenes llevada a cabo en un banco de mi paseo marítimo, por ejemplo, proveyéndose de un boli y una libreta u otros artilugios digitales ofrece una tipología que agrupo aquí en una decena de conjuntos distintos y un solo imbécil verdadero, pues se hace daño a sí mismo, a sus semejantes y nos lleva a todos al encierro en el que estamos.

1.- El Clinísguz: Se caracteriza por andar buscando gresca a horario completo. Anuncia que va a reventar la cabeza a quien lo mira, a quien no lo mira, a quien le resulta indiferente su actitud, a quien se la reprueba con la mirada. Suele tener antecedentes penales por desórdenes públicos, agresión y politoxicomanía.

2.- El Oin-oinc: Escupe al suelo o contra los objetos públicos de uso común. Cocina gargajos con más denuedo que un minero destajista. Se ayuda con los dedos para extraerse los mocos y arrojarlos cual futbolista.

3.- El Conmigonová: Luce un aire de altivez y garbo choni inexplicable. Nariz alzada, mira por encima del hombro y afecta hallarse ensimismado en los más altos pensamientos. Su reino no es de este mundo hasta que le dé el jamacuco: entonces, le nace una humildad arrebolada que es un primor.

4.- El Delmóvil: Persona de escasas luces mentales. Se quita la mascarilla nada más que suena el móvil. Aún no ha comprendido que llevarla puesta es compatible con hablar por el celular.

5.- El Fumeque: Subespecie curiosa. No le da la chola para hacerse cargo de que el fumar no lo exime de llevar mascarilla entre calada y calada y bocanada y bocanada de aerosoles. Se le conoce por un gruñir pesadito cuando lo miras de reojo: “¿Qué pasa? ¡No la llevo porque soy fumador! ¿O es que no lo ves, tío?”

6.- El Gargantero: Vive en un continuo agitón, siempre alerta por si hay en las inmediaciones algún policía susceptible de multarlo. Mientras lo ve y no, lleva la FFP2 en la garganta. Es incivil, cobardica y, además, delinque.

7.- El Quitaypón: Es un castigo infernal hablar con él. Se la quita para contar un secreto susurrante y no respetar distancia física; se la pone para narrar banalidades; se la vuelve a quitar o a poner a voluntad, a toda velocidad, al albur. Es un niño con un juguete.

8.- El Fasion: Usa un barbijo para cada fase del día. Todos de colorines, brilli-brilli, dibujitos, estampaditos, brillantitos, con banderitas y enseñitas y lemitas y frasecitas coelhititas. Todos sin homologar. Entiende que la desgracia del coronavirus es una oportunidad para salir más molón a la calle.

9.- El Nosabiaqué: Cara de despistado y de culpable todo el día, qué afán. Sin duda le cuestan más trabajo sus continuas explicaciones que usar tapabocas, pero no hay quien lo convenza: “¡Meca, no me di cuenta, creí que aquí estaba exenta la cosa, jolines, qué coñazo, ahora la pongo, jodeeer!” Se la vuelve a quitar enseguida.

10.- El Porfín: Llevar sí lleva su quirúrgica, pero se la quita nada más sentarse en una terraza de bar, entrar en el ascensor u otro techado, ocupar su culo un banco o hallarse en presencia de conocidos. Es muy fácil de identificar: en el momento de despojarse del cambuj, expele un agobiado y orgásmico “¡Por fin!”. Tonto es bastante.

Mientras tanto, un grupo de pringaos, tontolabas y pardillos llevamos mascarilla, la cambiamos o lavamos y desinfectamos cuando corresponde. No somos tan superhombres y tan superwomens como los antedescritos, tan capaces a la vez de despreciarse a sí mismos, despreciar al prójimo, buscarse y buscarnos la ruina física y laboral, hundir el barco y exhibir su incivilidad miserable sin reparo.