Andalucía, como España, tendrá presupuesto 21. Moreno Bonilla contará con el apoyo de su sostenedor en el Gobierno, el posfascista Vox y Sánchez a los independistas de Ezquerra, además de Ciudadanos y PNV. Tanto uno como cederán lo que sea preciso para lograrlo. El presidente andaluz, antes de que Pablo Casado subiera a la tribuna del Congreso y escupiera a la cara, metafóricamente hablando, a Santiago Abascal «¡hasta aquí hemos llegado!» lo tenía casi fácil, pero ahora, no. Las exigencias de Vox para darle su apoyo son duras, muy duras. Y pese a que el PSOE, por boca de su líder Susana Díaz, y Andalucía Adelante le han ofrecido su apoyo, con condiciones sociales y facilitar la recuperación por el Covid 19, Moreno Bonilla, no parece que vaya a tenerlo en cuenta. Sería desairar a Vox y abrir la puerta al posible pero no previsible, adelanto de las elecciones. El candidato que susurraba a las vacas es hoy el presidente que susurra boleros de amor a Abascal, o sea a la ultraderecha y, por tanto, será su socio imprescindible, como lo es Ezquerra para Sánchez. Tanto PSOE como AA le han dicho Moreno que deje en la cuneta Vox y no sea esclavo de su chantaje. No caerá esa breva, digo. Moreno tiene atado su presente y su futuro a los votos de Vox, ahora 11.

Para la oposición el presupuesto presentado por un crecido consejero Juan Bravo (no necesita abuelas) se queda corto el gasto social y parece «una prórroga» del actual. El PP argumenta lo contrario, como es natural. Y da cifras: crecerá el 3,7% sobre el actual, unos 1.444 millones de euros que irá, en su mayor parte, hacia educación, sanidad y gasto social. Este incremento viene dado por las ayudas extraordinarias que Andalucía recibirá del Gobierno central gracias a los fondos europeos y el incremento del límite del endeudamiento. Bienvenido sea, pues, en una situación tan extraordinaria como padecemos por la pandemia. Y del empleo ¿qué?

La humillación de Casado a Abascal se sustancia en Andalucía y su presupuesto de esta guisa: Ya no pide el cierre de Canal Sur, sino que cambie su nombre y se llame Andalucía Televisión y reduzca o congele su presupuesto, cuestión menor. Pero sí suprimir fundaciones y órganos paralelos de la administración, repatriar a los menores no acompañados que llegan a las costas andaluzas, imponer el pin parental y en el ejercicio propio de un partido posfascista acabar con las ayudas a quienes se dedican a «desenterrar huesos del pasado», rebajar de forma notoria las subvenciones a los «chiringuitos» feministas o dedicados a la ecología y llevar la caza a las aulas, Y ¿por qué no, también, los toros?

Y mientras, la pandemia sigue haciendo estragos en Andalucía. No es cuestión de recordar las palabras del vicepresidente Juan Marín y del consejero Aguirre cuando afirmaban que Andalucía era la mejor. Mentiras piadosas (políticas) si no fuera porque hablamos de muertes y de la cada vez más notoria situación límite que se da en muchas residencias de mayores. La Junta sigue sin hacer caso, y ella sabrá porqué, a la reiterada petición de asociaciones de medicalizar las personas mayores en centros de salud. Desconozco qué hará en las próximas horas el presidente Moreno, al que se ve agobiado y tristorro. Es para estarlo, sólo el día 5 de noviembre se contabilizaron 60 muertos y 3.770 nuevos positivos. Lo tengo escrito: cuando gestionar la pandemia era responsabilidad del gobierno central no había día que no se le reclamara la gestión por las autonomías. Ya la tienen, y ahora ¿qué? Este domingo, parece, lo vamos a saber. Moreno se resiste a cerrar la hostelería.

Como era de esperar, los letrados del Parlamento no dan por bueno la expulsión de ocho diputados de Adelante y exigen a IU que acredite que Teresa Rodríguez y 7 diputados afines «han causado baja en el grupo parlamentario como consecuencia de su baja en Podemos». El recorrido jurídico y, sobre todo el político, no ha hecho más que empezar. Y mientras la izquierda de la izquierda se desangra. ¿Beneficiará al PSOE? Todo está por ver.

P.D.- (1) Trump pretende convertir los Estados Unidos de América en un estado bolivariano o, peor, fallido. El populismo posfacista del que es meritorio acreedor sólo se combate en las urnas. ¿Aprenderemos la lección?

(2) Díaz Ayuso, cuando carece de argumentos, analiza la cara de sus oponentes, sobre todo si tiene boquita de piñón o no. Estrategia para seguir en candelero, a costa de zaherir a sus contrarias. ¿Se ha mirado ella al espejo?

(3) No sigo los pasos de Díaz Ayuso, dios me libre pero no puedo evitar ponerme tenso y en guardia cuando veo a Cuca Gamarra, la portavoz del PP, fruncir el entrecejo. Tormenta habemus.