Como el 2020 es tan peculiar (seamos benévolos), aparte de todas las incidencias que nos trae el COVID 19, también nos trajo una Liga con equipos impares, entre eso, con el descanso obligatorio de un club cada jornada, y los aplazamientos de partidos por culpa de la pandemia, en la tabla clasificatoria de la décima jornada, el Unicaja ocupa la octava posición, eso sí, con nueve partidos jugados como otros ocho equipos, mientras hay cuatro equipos con diez, cinco equipos con ocho y uno con siete encuentros disputados.

Este fin de semana, que el Unicaja no haya tenido partido en la Liga ACB, hace que el balance que no sonaba tan mal hace siete días, tenga que ceñirse en solitario sobre el encuentro disputado ante el Boulogne Metropolitans 92, con lo que la evaluación no puede ser todo lo feliz que se quisiera.

Junto con el mal partido de Francia, y el momento de involución vivido en la Eurocup, siguió adelante el momento de misterio que rodea la situación de Carlos Suárez en el equipo malagueño, algo que se verá como evoluciona con el paso del tiempo, pero que de momento, entre que estamos hablando de la figura del capitán del equipo y que el juego interior no está llegando a un rendimiento aceptable en los integrantes que lo forman, no deja de generar dudas e inquietud.

Luis Casimiro Palomo, entrenador cajista esquivó la no presencia en cancha del arancetano con el consabido «no tengo que justificar mis decisiones», cosa por otra parte lógica. La verdad es que no contar con el capitán es algo que está en las prerrogativas del entrenador, al igual que está seguir dándole oportunidades a otros jugadores criticados, como ocurre en los casos de Volodymyr Gerun o Deon Thompson, los cuales ya consumen dos meses de competición buscando la forma, y lo que es peor, su sitio dentro de un equipo que en la parte interior no está como para desdeñar ninguna ayuda.

Tal vez por eso se echa más de menos a Carlos Suárez, además, en la galaxia particular de este equipo en la versión 2020/2021, ni ganando, el juego del equipo va a estar fuera de la crítica lógica, porque no hay que olvidar, que la presencia del entrenador manchego en el banquillo cajista tuvo más de una y más de dos opiniones en contra, así, que, no sabremos nunca si nos molestará más un entrenador guardando los secretos del vestuario, o aireándolos para que todos seamos partícipes.

Sobre esto último, me pregunto yo qué derecho podemos tener, paralelamente a esto, hemos visto en el Herbalife Gran Canaria como su entrenador, el visceral Porfirio Fisac ponía en el disparadero al capitán, otro veterano madrileño, Javier Beirán, quitándole los galones al no entender la capitanía de la misma manera que el entrenador. Lo cierto es que ha ido más allá, de hecho, el hijo del medallista en Los Ángeles ya no formó parte del conjunto amarillo en Murcia el pasado sábado.

¿Qué nos viene mejor, la versión malagueña de «sigan caminando, aquí no hay nada que ver» o la canaria de poner en el escaparate lo que es funcionamiento interno? La relación veterano-entrenador tiene que ser algo que solidifique el vestuario, no que cause terremotos. Personalmente, lo que estará ocurriendo en Las Palmas no tiene que ser plato de gusto para nadie, porque, aunque el entrenador segoviano revele lo que sea, al no saberse todo, seguro que habrá alguno al que Beirán no le caerá bien por la forma de mirar que tenga, o que lleve una barba descuidada, con lo cual, la falta de información no es más que un paso hacia no ser justos evaluando la situación.

Casualmente, hablamos de casos que se parecerán o no, pero que ocurren cuándo ambos equipos no están bien, estando los canarios peor aún que en Málaga, con críticas hacia los entrenadores y con rendimiento lejano de ambos planteles con respecto a lo que se esperaba de jugadores, entrenadores, incluso de directivos.

Ya sea en el primerísimo nivel, o en el baloncesto con menor carga competitiva que me pueda imaginar, no he conocido un entrenador que sea tan torpe como para poner a los malos por delante de los que le puedan dar mejor resultado. La verdad es que he visto entrenadores raros, con muchas manías, o incluso muy malos, pero aunque el padre típico del premini que no sabe ni rascarse con la mano mala, piense que le tiene manía a su retoño, todos los entrenadores lo que quieren es que su equipo mejore, incluso ganando. Ahí lo dejo.