Aún llevando la papela que justificaba mi desplazamiento, portando el salvoconducto de mi empresa y teniendo cero intención de juntarme con nadie, arranqué nervioso el automóvil, que dormía tranquilo desde hacía semanas. Avancé con más precaución que un pollo en la batalla de Stalingrado; crucé semáforos, rebasé calles y polígonos, atravesé avenidas y, finalmente, penetré en otro municipio. No noté nada. La calidad del aire parecía ser la misma. El físico de la gente no difería mucho e incluso los edificios guardaban similitud con mi urbe. Me dejé de idioteces y me dirigí a mi romántica cita: la ITV. No concibo mayor emoción, incertidumbre y agobio. Ni en Tinder. La gente tendría que quedar en la ITV. Sobre todo ahora que no se puede ir a cenar. De paso, al igual que en la ITV puede que te revisen los bajos. La ITV está considerado servicio esencial, puedes acudir a él, pero yo vivo en otro municipio, pegado al mío, pegadito. Es un desplazamiento de unos quince minutos, pero el miedo al control policial, a no saber explicarme, a ser sospechoso me tenía algo atenazado. También mi auto se sentía raro, así que se atenazó por la parte de los frenos y casi no paso el examen iteuvero. Es que está nervioso, le dije al operario mirando mi ya veterano Wolkswagen, compañero de tantas idas y venidas, de tantas felices o apuradas ocasiones. Finalmente, pasamos el examen con éxito. Yo algo acelerado, mi coche algo frenado. Cuando un coche se pone nervioso no le entran bien las marchas, con lo acostumbrado que estaba, ay, qué tiempos, el mío a llevare a eso, de marcha. Volví a casa. De nuevo cruzando la frontera intermunicipal con el corazón encogido. Y viendo un tráfico del copón, por cierto, más coches que en una convención de concesionarios. La gente yendo a trabajar, supongo. La gente yendo a las iteuves, a los afanes; acudiendo al médico o a comprar o a yo qué sé qué. Se nos ha inoculado el miedo, aunque no sé si hago bien en hablar en plural. Es tiempo de precauciones y de salir poco, pero no es que haya que seguir viviendo, es que la burocracia no para y los trámites hay que cumplirlos. Prefiere uno que le pregunte un policía que caballero dónde va a recibir una notificación que ponga que debe uno pagar un multazo por no haber acudido a tal o cual cosa obligatoria. Cuando lo obligatorio debería ser vivir tranqulo. No acelerado. Aparqué sin problemas.