Acabo de llegar a casa (10.45 horas) tras comprar en la carnicería del barrio unas hamburguesas de pollo y unos cachopitos de lomo. Aprovecho tan baladí acontecimiento para contarles a ustedes un cuento muy bonito. Érase una vez una Consejería de Salud que recomendaba la franja horaria de 9 a 12 horas para el paseo de «personas mayores de 65 años, personas dependientes o personas con patologías de riesgo». Tal vez con el fin de aumentar el jaleo y el desbarajuste reinantes, no pocos medios descuidados y no digamos pocas redes sociales analfabetas modificaban con contumacia la conjunción ´y´ (que suma) en lugar de la ´o´ (que distingue). Con lo cual parecía que se recomendaba el garbeo desde las nueve hasta mediodía a quienes hubiesen cumplido los 65 y además fuesen dependientes y asimismo padeciesen patologías de riesgo. En los treinta minutos que tardé en ir y volver a la tienda, ¿se veían acaso por las calles de la ciudad mía a ancianos, a dependientes o a humanos con patologías de riesgo, colaborando el resto de la población con un retiro domiciliario para que el monstruo pandémico no creciese? Pues no. Lo que veían estos ojos que se han de comer la tierra eran adolescentes, centenials, milenials y talluditos, de grande y libre autonomía física y sanos como corales, que llenaban aceras y paseos con sus patinetes, bicicletas y demás artilugios de tracción varia o corriendo y resoplando aerosoles al aire. Moraleja: las recomendaciones se las pasa el personal por el forro de los pantalones. Gobernantes que nos gobernáis en 2020, opositores que a ello aspiráis: cómo se van a respetar las franjas horarias propuestas y recomendadas por el gobierno autonómico o nacional cuando las obligatorias cuyo incumplimiento acarrearía sanción se saltan a la torera y al grito juvenil y sedicente progresista de «a mí la mascarilla y las normas me sudan la polla». De qué modo vamos a ponernos las pilas solidarias cuando leo cómo demandan algunas asociaciones vecinales y próceras notables que a mi barrio vuelvan aquellas tardes-noches de pasadas borracherísimas y de otras drogas a manos llenas, que lo llenó de broncas, aullidos nocturnos humanoides, fracturas diarias de mobiliario urbano, portales arrasados, reyertas, ocupaciones vandálicas de espacios comunes, todo en pro de la libertad de comercio y de no sé que neoliberalismos más, sin mover tales nostálgicas mandapoco un ápice sus meninges buscando otra solución por ejemplo, cultural que generase empleo. ¿Acaso recomendando moderación a los bárbaros? Y díganme, señoras y señores diputados, miembros y miembras de la oposición, cómo entramos en la mollera de los sinmascarillados y sindistanciados y sinhigienizados si basta con mirarlos solo a hurtadillas para que te respondan con un educadísimo «¿Qué pasa, hijo de puta? ¿Quieres que te reviente la cabeza?» o un «Llama a la policía, payaso». ¿Acaso rogando responsabilidad individual dichos políticos cuando los ves paseando modelitos y zapatitos ya sin discreción ni decoro alguno, echando un pitillito sin quirúrgica ni distancia, acudiendo a fiestuquis, asegurando que van a implementar puestas en valor empoderadas e imbricativas mientras los autobuses y metros se atiborran de curritos carne de cañón para nuestros hospitales ya saturados y bien en pelotas tras los recortes? ¿Acaso enarbolando banderas salvapatrias? ¿Acaso con un eso del virus lo soluciono yo en dos demagógicas patadas populistas? No sé si es desconcierto o estupor, si este merecumbé estaba preparado así o sobrevino. Llevo dicho aquí desde hace meses que el bicho este y su feroz ataque no nos haría mejores: porque no somos mejores como especie. La única solución hoy es defender la alegría y mandar mucho a la mierda en las urnas si no nos extinguimos a usurpadores de siglas políticas, timadores facundiosos, golpistas vergonzantes y modelos y modelas de pasarela frustrados y mostrencas. En cuanto a «esa minoría que se queja porque se prohíbe salir de copas o porque se aburre» ya lo dijo Enric González: «No merece comentario».