Tras una primera época gloriosa en la que cuatro Copas del Rey consecutivas adornaron sus vitrinas entre 1904 y 1908, el Madrid Football Club caería en una profunda depresión que le llevaría a un largo periodo de ostracismo. Si bien las conquistas de los Campeonatos regionales de las temporadas 1912-1913, 1915-1916 y 1916-1917 fueron de gran importancia, no lograban saciar las aspiraciones de un club llamado a grandes cotas.

Adolfo Meléndez que cumplía un ciclo de 8 años como presidente del Madrid (1908-1916), cedía el mandato a Pedro Parages Diego-Madrazo, ex jugador del equipo desde 1902 a 1909 y gran entusiasta del fútbol, al cual, años más tarde, Santiago Bernabéu le calificaría como uno de los pilares básicos dentro de la historia del club.

Parages con la firme intención de reconquistar a la España futbolística, formó un verdadero equipo de ensueño, cuyos pilares básicos fueron Teus, A. Machinbarrena, R. Petit, Sotero Aranguren y como no, Bernabéu.

Dentro de su primer año de mandato, en 1916, a punto estuvieron de saborear las mieles del triunfo, pero el gran Athletic de Bilbao de la época se lo impidió. Fue en 1917 y tras disputar unas eliminatorias a cara de perro ante Sevilla (con 4 goles de Bernabéu) y F.C. España, cuando los blancos se plantarían nuevamente en la final, ante otro de los grandes colosos de la época como era el Arenas de Getxo.

El Campo del Carrer de Muntaner en Barcelona, con una capacidad para 6000 espectadores abarrotado hasta la mismísima bandera, fue la sede elegida para dilucidar al gran Campeón de España. A las 4 en punto de la tarde del día 13 de mayo de 1917, el colegiado del encuentro Paco Bru -jugador del F.C. Barcelona- daba el pitido inicial en medio de la gran expectación levantada para la ocasión.

En mitad de tanto jolgorio, se atisbaba en el palco de autoridades un rostro alicaído. Era el de Santiago Bernabéu, que había sido la figura clave en el desarrollo de la competición para que el Madrid alcanzase la final, y una desafortunada lesión de última hora, le privó jugarla.

Fue un partido muy disputado, donde la calidad de los jugadores blancos superó en todo momento a la de su rival, qué gracias a su gran fortaleza física, lograba contrarrestar una y otra vez las embestidas madrileñas. La emoción duraría hasta el mismo minuto 90, extendiéndose posteriormente durante el transcurso de la prórroga. Pero el resultado permanecería inalterable, dándose por concluido el partido con el 0-0 inicial.

Dos días más tarde, el 15 de mayo y en el mismo escenario, se volverían a ver las caras ambos contendientes, nuevamente bajo la dirección del Sr. Bru. En el palco los mismos rostros y mismos semblantes: «Ya verás Santi, los chicos están convencidos de lograr el triunfo para dedicártelo a ti», afirmó Parages a Bernabéu. El desarrollo del encuentro sería calcado al anterior, pero en esta ocasión y en una jugada totalmente aislada, el conjunto vizcaíno lograba adelantarse en el marcador por medio de Suárez de Begoña, cuando apenas se había cumplido el primer cuarto de hora de juego.

Durante el resto del partido los vascos quisieron aprovechar su fortaleza física para embotellarse alrededor de su guardameta y conservar su exigua renta. Pero cuando se entraba en la recta final y la balanza parecía inclinarse a favor del Arenas, una gran jugada llevada a cabo por toda la delantera madridista, acabaría con un sensacional remate de René Petit, que batería inconmensurablemente a Jáuregui. El tanto fue celebrado por todo lo alto, especialmente por lo difícil que se antojó hacerle un gol al ordenado equipo getxotarra. 1-1 fue el resultado final después de los 90 minutos, habiéndose de dilucidar al ganador tras una nueva prórroga. El marcador permaneció inalterable y sobre la marcha se decidió disputar un nuevo tiempo suplementario.

Y cuando todo indicaba que el poderío físico estaba en poder del Arenas de Getxo para lograr el triunfo final, sacando fuerzas de flaqueza, un Madrid valiente lleno de coraje y pundonor, lograba por medio de Ricardo Álvarez hacer el tanto de la victoria. Aquel gol fue celebrado por todo lo alto. En el palco Parages y Bernabéu se abrazaron muy emocionados, susurrándole el presidente al oído a su jugador que el triunfo se acababa de lograr gracias al espíritu de trabajo que él había infringido en sus compañeros. Parages se apresuró a bajar al terreno de juego junto a Bernabéu, para que fuese éste quien alzase la Copa al cielo barcelonés. «Este es el primero de muchos trofeos que vas a levantar», le manifestó orgulloso a su hijo futbolístico, no en vano había sido el máximo goleador de la competición con ocho tantos.