Les habría gustado cenar algo en la calle, pero el toque de queda lo impedía. Los tres estaban en el apartamento que Mertxe Aizpurua tiene en pleno corazón de Madrid. Arnaldo Otegi, alias El Gordo, se encontraba tumbado en el sofá viendo la televisión, Mertxe en la cocina con la intendencia, y el tercero, de pie, junto a la ventana, pendiente de la calle. Ella puso varios platos y tenedores en la mesa y sacó una botella de Rioja.

El Gordo desenfundó el móvil y habló con su hijo, Hodei, solo con monosílabos y siguió el partido de baloncesto, o eso parecía. ¿Os sentáis?, escuchó.

La verdad es que había razones para estar contentos. Ya lo había advertido Iglesias cuando dijo que EH Bildu iba a estar en la dirección del Estado, ¿también accedería a los secretos del CNI como él mismo? Pero lo importante era el apoyo de su grupo a los Presupuestos Generales del Estado. Esa mañana, con el hemiciclo medio vacío cuando Oskar Matute defendía ese apoyo, él se había dado cuenta, como todos los que seguían la sesión, de que se hizo el silencio tras aquellas palabras de «hoy recién empieza todo», pero fue aquel un silencio como una bomba, le pareció.

Los tres picoteaban del tomate con ventresca. El roquefort y la caña de lomo no estaban todavía en el punto de mira.

El hombre que hace un momento miraba por la ventana, pensaba en el centenar de etarras que habían sido acercados a las prisiones del País Vasco y Navarra, los conocía a casi todos y con unos cuantos, incluso, había compartido pisos y coches y… Hace tanto tiempo y, sin embargo, fue ayer, hace solo dos años que se decidió guardar las pipas, y gracias a eso, ahora, les iban bien las cosas, tenían suerte de que Sánchez estuviera ahí, sin mayoría. Nunca había soñado tanto.

El Gordo ya contaba 62 años, encarcelado en cinco ocasiones. Si dejamos atrás Argel, Ginebra y Oslo, se decía, yo fui quien llegó a los primeros acuerdos, en su pueblo, en Elgóibar, en el caserío Txillarre, donde se reunía con Jesús Eguiguren, el que fuera presidente de los socialistas vascos. Pero… ¿cómo habrían podido llegar a donde estaban sino era por las armas?, por eso estuvo en el secuestro de Abaitua y en otras hazañas bélicas que no quería recordar, menos mal que no le habían condenado por todo, como ejemplo el caso de Javier Rupérez.

Mertxe estalló: No sé lo que os pasa, vaya caras, ni que estuvierais en un funeral.

Yo he estado en muchos, dijo el Gordo, y he llevado ataúdes, chica.

El otro meneó la cabeza en señal de desaprobación y volvieron a sumergirse en el zulo de sus pensamientos. En la calle, los últimos viandantes apresuraban sus pasos, la televisión seguía muda y el móvil de los tres no dejaba de disparar ráfagas de mensajes cortos.

Las vueltas que da la vida, en 2006 el juez Fernando Grande-Marlaska ordenó su ingreso en prisión, ahora… Todavía recuerda cuando con Rufi Etxeberría se reunían regularmente en el Santuario de Loyola, con Eguiguren y Rodolfo Ares, bueno, y también con Josu Jon Imaz e Iñigo Irkullu, del PNV, qué tipos y qué tiempos. ¿No tienes más vino, Mertxe? Sí, ahora lo llevo.

Desde la huelga de hambre de 2010 El Gordo no comía mucho, tenía que cuidarse, pero ya por dentro, no por fuera. Solo la AVT y los de Vox le importunaban de vez en cuando, pero qué le importaba a él ésos, ¿era o no un triunfo lo que había logrado? Ahora había que conducirse con mucho cuidado, pensó en el tropiezo de la derogación de la reforma laboral y las conversaciones con Adriana Lastra. De lo que se alegraba era de la poca capacidad del PP para explotar en su beneficio todo lo que estaba sucediendo en este carrusel de vértigo. No tienen manos de artificiero, concluyó. Él y los suyos no iban a estar nunca en la Moncloa mandando, eso no les interesaba, pero en Ajuria Enea sí, izando él la ikurriña como bandera de todos los vascos y navarros el día de la proclamación de la independencia de Euzkadi. Wislawa Szymborska escribió:

La bomba explotará en el bar a las trece veinte.Ahora apenas son las trece y dieciséis.Algunos todavía tendrán tiempode salir.Otros de entrar.El terrorista ya se ha situadoal otro lado de la calle.