Los naturalistas suelen saber cosas de la naturaleza, pero cuando hay algo tan curioso como inexplicable, dicen: ludus naturae. O sea: un juego de la naturaleza. A estas alturas de la película nadie sabe aún desentrañar (ni por tanto predecir) los movimientos expansivos del Covid-19. Intuimos que deben de obedecer a unas pautas, leyes y finalidades -bajo la intención infecciosa de un virus- pero no se sabe cuáles. Lo mismo que sucede con los sorprendentes e incógnitos dibujos que hace en el cielo una bandada de estorninos. Ludus naturae, podemos decir, a falta de explicación, en los dos casos, dando la impresión además de que el virus juega con nosotros. Lo que ya sabemos es que los epidemiólogos tienen todavía mucho que aprender. Hoy por hoy la mejor inversión pública y privada a largo plazo sería fabricar más y darles más medios y dinero, hasta saber de qué va el juego.