Somos muy amigos de hacer las cosas a nuestra manera. No hay más que ver cómo se ha afrontado políticamente la pandemia. Gobierno y oposición han sido incapaces de alcanzar una estrategia común. Bastante tenían con entenderse entre ellos mismos. Cuando en algún remoto pueblo se alcanza un acuerdo entre todos los partidos para hacer frente a la crisis sanitaria, es noticia destacada del telediario lo que debía ser el pan nuestro de cada día. Gregorio Marañón Bertrán de Lys es nieto del doctor Marañón, preside con éxito el Teatro Real de Madrid y ha dedicado toda su vida a poner de acuerdo posturas enfrentadas. Lo ha hecho en el mundo de la política, en el de la gran empresa, en el de los medios de comunicación y en el de la cultura. Su contribución a la convivencia de democristianos y socialdemócratas en la UCD, a la fusión de Canal Satélite Digital y Vía Digital o al reciente traslado de los restos de Franco fuera del Valle de los Caídos son solo tres muestras de su capacidad para llegar a acuerdos partiendo de posturas aparentemente contrapuestas. Los detalles de esas, y otras muchas, enmarañadas, espinosas y, con frecuencia tensas, conversaciones los recoge en las 'Memorias de luz y niebla', que acaba de publicar. Es una rara avis de nuestra sociedad. No todo el mundo goza de la herencia de un abuelo que formó parte, con Ortega y Pérez de Ayala, del triunvirato de la bienintencionada Agrupación al Servicio de la República. Un abuelo que fue, además, uno de los máximos exponentes de lo que se dio en llamar la tercera España, «la silenciosa del interior», que convivía bajo el franquismo con la oficial y la peregrina del exilio. Escuchar al que opina diferente y «estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo» son algunas de las máximas que ha seguido en su vida el autor de las memorias. No es de extrañar, pues, que afirme tajante que le "escandaliza la incapacidad de pactar". En el escenario político actual, marcado por el tono belicoso, intransigente y despectivo hacia el adversario, sus palabras, aparentemente cándidas y llenas de buenas intenciones, pueden servir de referencia. Su libro debería ser un manual para los políticos de hoy en día que sistemáticamente menosprecian los momentos históricos de mayor consenso para ensalzar aquellos de confrontación más feroz. La política actual consiste más en imponer que en consensuar. Se impone una ley sobre la transexualidad sin siquiera hablar con las personas que se verán afectadas. Se impone la supresión del español como lengua vehicular en Cataluña sin tener en cuenta a más de la mitad de la población catalana. Se impone una comisión contra las noticias falsas sin ni siquiera haber hablado con los editores, los más perjudicados, junto con los lectores, por la amenaza de la desinformación. Por eso a nuestros políticos les gustan tanto las mayorías absolutas, que sirven para imponer sin rendir cuentas, para dejar un país que no lo reconozca ni la madre que lo parió, como ya proclamaba Alfonso Guerra tras la abrumadora mayoría de 1982. No en vano acabaron por conocerse esas mayorías como el "rodillo" que aplasta las ideas del contrario. A nuestros políticos no se les caen de la boca expresiones como "mesa de diálogo", "ronda de conversaciones" o "comisión negociadora". Son sólo palabras. En el Parlamento, no hay debate: unos exponen sus posiciones y los otros, las suyas. En las redes sociales, donde tanto les gusta encontrarse a los dirigentes, más que debate hay descalificaciones. Por no hablar de las reuniones que, tras mucho choque de codos, mucha sonrisa tras la mascarilla y mucha palmada en el corazón, no sirven para que los reunidos reafirmen sus propias posturas. Es frecuente oír que los ciudadanos tenemos los dirigentes que nos merecemos. Y es probable que así sea, que los políticos se comporten como los españoles que describe Julio Camba, «poco dados a pensar, pero si piensan, no hay otro pensamiento más que el suyo». En cualquier caso, siempre es bueno recordar de Antonio Machado -uno de los pocos españoles sobre los que parecemos estar todos de acuerdo-, que aconsejaba: «Para dialogar, preguntad primero, después? escuchad».