Nota preliminar: Éste es sólo un enfoque de la realidad. No es la realidad completa, pero sí una parte de ella. Ahora podemos empezar.

Del ´tío´ al ´en verdad´, pasando por el ´¿qué haaaaablas?´ o al ´bro´; ´bro´ de ´brother´. Desde luego tienen el cielo ganado. Me refiero a los profesores. De los creadores del ´me tiene manía´, ´me ha enfilado´, ´no le caigo bien´ o ´verás como se lo diga a mi padre´; nos llega ahora la corriente de «el maestro -a ellos les da igual la titulación - da su opinión en el aula». Podemos hablar incluso de lo que parece ser una manía persecutoria sobre -haciendo un símil periodístico- ´la editorialización casual´ de alguna que otra lección en clase. No hablamos de propagandas ni mítines ni de apreciaciones con cadencias más o menos constantes. Al parecer la simple apreciación puntual -léase reflexión- sobre determinados temas del currículum comienza a ser perseguida. Cuando me lo contaron la primera vez lo consideré una anécdota del típico ´listillo´ que se pone fino en el pupitre, pero que al pasar el umbral de la puerta empieza a tirar de los ´bro´ antes citados. Después, sondeé el tema y me lo corroboraron tres o cuatro veces más, desde espacios educativos tan alejados como la distancia equivalente al trecho entre Vera y Estepona -pongamos un ejemplo, que no es cuestión de señalar-; luego una vez realizada la clásica ´doble confirmación´ periodística -que aquí fueran dos más dos- empiezas a creer en la queja del fenómeno que empezaremos a denominar ´mordaza de cátedra´.

No será necesario distinguir entre Ciencias y Letras porque lo que nadie se imagina a estas alturas de la película es un enconado debate chavalería-profesor sobre el origen de la derivada de turno, la Ley de Hooke y las fuerzas elásticas, la distancia al infinito o los decimales que alcanza el número ´Pi´. Lo que al parecer enerva las sensibilidades de los chavales es alguna que otra salida de guion en las clases de Lengua y Literatura y, especialmente, en las de Historia. «Te juro que a partir de ahora no me meto en más líos. Me voy a dedicar a trasladar fechas, hechos y protagonistas como si fuera un robot, sin ningún énfasis», me decía el otro día una veterana docente curtida en mil batallas. ¿Os imagináis una de estas sesiones ´robot´ sobre la Alemania nazi? ¿Y si hablamos de la política japonesa de los años treinta? ¿Qué os parece una visión aséptica sobre el colonialismo británico? A las atrocidades de Stalin en Ucrania, ¿cómo le metemos mano? ¿Lo hablamos sin ´editorializar? A lo mejor conviene poner un poco el freno con lo de las armas de destrucción masiva que los Estados Unidos habían encontrado a través de la CIA en Irak? ¿Le ponemos hidrogel? No me digáis que la cosa no tiene ´guasa´. En Literatura habrá que hacer lo mismo. Tendremos que comentar de soslayo, como el que habla del tiempo, que Lorca sufrió un accidente en una cuneta o que Ramiro de Maeztu tuvo una mala tarde en Aravaca, después de salir de misa.

Ni una cosa ni la otra. Pobres profesores. No tienen bastante y ahora van a tener que preocuparse de no ´editorializar´ más de la cuenta en las horas lectivas no vaya a ser que llegue a oídos del padre o la madre del futuro ´Pulitzer´ y les venga a enmendar la plana, que está claro que es lo que toca ahora mismo con la que está cayendo. Luego ocurre otra cosa que hay que tener muy en cuenta y es que del comentario ´dicho´ en la puerta del aula hasta el mensaje reproducido en casa una hora más tarde y filtrado por el autobús puede haber un trecho, que aquí nadie ha matado a nadie pero todos nos conocemos.

En fin, a mi me da mucha pena todo esto porque me acuerdo de mis clases de Tercero de BUP o de COU donde nos emocionábamos cada vez que uno de nuestros profesores se salía del guión para realizar un apunte -nota al margen- sobre un tema en concreto o de las extraordinarias sesiones de Fernando Arcas, que me hizo ver la Historia del siglo pasado como jamás lo había hecho. También guardo un extraordinario recuerdo de los cuatrimestres de ´Mundo AraboIslámico´ o de ´Historia Iberoamericana´, materias en las que conocí y debatí con pasión la realidad de Oriente Medio y la cara B de Israel en Palestina -descubrí entonces a Sami Nair, al que sigo leyendo-, los crímenes de la CIA en Centroamérica o las barbaridades de los Sandinistas en su caída a los infiernos cuando Daniel Ortega vendió su alma al diablo. También nos metimos en los trapos sucios de Castro y de tantos otros que prometieron y a los que creyeron, pero que luego vendieron a su pueblo por un plato de lentejas y cuentas cargadas con cifras llenas de ceros.

En fin, camino hacía la quinta confirmación -tengo a otra fuente en el disparadero-. Como sea verdad lo que me cuentan las cuatro anteriores, tendré que reconocer que algunas aulas van camino de convertirse en nuevos sepulcros blanqueados con guiones magistrales, pero poca materia gris para la el análisis y el enfoque de fondo. No deja de ser irónico que sea ahora, en la sociedad de las TIC y la hipercomunicación, donde todo el mundo se tira a la cara sus opiniones y lanza indirectas directas a través de las redes sociales, cuando se ponga ´mordaza de cátedra´ a esos ´enseñantes´ que son los que nos deben poner en el camino de la reflexión para que después no quedemos en ridículo a las primeras de cambio en los sumideros de banda ancha. Nota mental: Deberíamos estar obligados a leer al menos 50 libros antes de escribir nada en el ´Caralibro´ de Mark Zuckerberg. Este año se lo pediré a los Reyes Magos. Va por vosotros, docentes.