La gente joven no puede entender la magia del finde, pues lo que se da por hecho no se valora. Pero hace pongamos medio siglo no había finde que valga, y el sábado era un día como los demás, que solo se gozaba como víspera a última hora de la tarde. Luego llegó a trozos el finde, primero sábado de tarde, luego el día completo, hasta empezar a temblar ya la tarde del viernes. Al principio la cosa no tenía nombre, y se usaba el de los inventores (los americanos, como en todo): weekend. Ir de weekend era guay antes de que lo guay existiera, y esas cosas, pilladas de joven (la cosa y uno), dejan una marca en el cortex. Con esos antecedentes aquí se da la bienvenida a la palabra finde, recién llegada a la RAE. La única desventaja es que desear buen finde era una pequeña subida a la red en plan de colegueo, y con papeles será ya otra cosa. Por cierto, me parece que colegueo aún no los tiene.