Con la cronificación de la pandemia nos invade la ola de médicos mediáticos, jubilando el pontificado de los chefs de cocina, pues, aparte de que el momento manda, el médico se beneficia de un carisma ancestral emparentado con la magia. Los médicos mediáticos suelen haber sabido los primeros lo que iba a pasar, echan a la hoguera a los que toman decisiones y pontifican sobre lo que va a ocurrir. La gente no confía mucho en ellos (¿quién confía en alguien?), pero los sigue y comenta sus vaticinios y ocurrencias, con lo cual recarga el carisma pontifical, que se mide por la actividad en las redes. A fin de cuentas aquello de lo que nadie sabe está libre de la amenaza del verificador (que tampoco tendrá nunca mucho más crédito), y además lo que dicen dura lo que su vida en pantallas y redes, pasando luego al inmenso basurero de la galaxia mediática, en el que nadie hace rebusca.